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Open data y digitalización, más allá de la marca smart city

Lo smart está al alza. Conceptos como conectado o inteligente son claramente emergentes. Son también prefijos y sufijos que añadimos a cualquier aparato, empezando por nuestros teléfonos y acabando por nuestras neveras. Las ciudades no se han librado de la fiebre smart, pero, ¿qué es en realidad una smart city, hacia dónde avanza la tecnología aplicada a las ciudades?

El término smart city tiene también mucho de marketing y de política. A grandes rasgos, una ciudad inteligente es aquella que usa las Tecnologías de la Información y Comunicación para mejorar sus servicios públicos, su seguridad, su productividad o su competitividad. En realidad, es un concepto bastante genérico y sometido a constante revisión.

Más allá de contar con una red de semáforos conectados o de tener paradas de autobús que se comuniquen entre sí, el verdadero desafío de las ciudades inteligentes del futuro pasa por su digitalización y el acceso a los datos abiertos, u open data.

 

Los datos abiertos en las ciudades

“El auge de los sistemas ubicuos, las redes inalámbricas y los dispositivos móviles hace que en la actualidad las ciudades instalen cada vez un número mayor de infraestructuras de comunicación que permitan recoger multitud de información, incluso en tiempo real, proporcionándonos un flujo constante de datos de alto valor para la ciudad y sus ciudadanos, y que podremos usar en nuestro beneficio”.

La reflexión es del Ministerio de Industria, Energía y Turismo y de Red.es y señala los dos pilares de las smart cities: los dispositivos conectados (de smartphones a sensores) y el acceso a los datos que recaban. Así, al igual que Google Maps utiliza los datos de miles de dispositivos Android para saber cuál es la ruta con menos tráfico, las ciudades podrán ganar en eficiencia cuanto mayor acceso tengan a la información.

De esta forma, según el informe del Ministerio, una correcta planificación de datos abiertos, permite:

  • Fomentar el gobierno abierto y la transparencia de las instituciones. Si los datos son accesibles y se presentan de forma adecuada, la ciudadanía estará más informada.
  • Participación y colaboración entre instituciones y organizaciones.
  • Potenciar la innovación. Aplicaciones móviles y software necesitan datos para funcionar. Si se garantiza el acceso a los datos de la ciudad, se fomentará que los emprendedores innoven alrededor del núcleo urbano.
  • Eficiencia en los servicios. Desde transportes urbanos a emergencias, seguridad o turismo, el acceso a las fuentes de datos de miles de puntos de la ciudad aumentaría la eficiencia de los servicios urbanos.

Esto no dejan de ser más y más palabras, pero son ideas que ya se están aplicando en las ciudades del planeta. También en España, donde no solo Barcelona y Madrid, sino otros núcleos como Zaragoza, San Sebastián o A Coruña están apostando por el open data.

Redefiniendo las smart cities

Vamos con casos más concretos todavía. Con motivo de la Open Data Week de Nueva York, celebrada el pasado mes de marzo, la compañía de análisis de datos y mapeado Cargo publicaba una lista con medio centenar de proyectos de datos abiertos en distintas ciudades del planeta. A continuación, redefiniremos las smart cities a través de proyectos muy reales.

  • Lo primero: la plataforma. Los millones de datos que brotan de miles de fuentes distintas son algo difícil de concebir para una sola persona. Por eso, algunas ciudades se han aliado con compañías tecnológicas para desarrollar plataformas intuitivas en las que los ciudadanos tengan acceso a todos los datos. Este el caso de Opengrid, utilizada por la ciudad de Chicago, Resident Card, diseñada específicamente para Tel Aviv, o SmartAppCity, con la que Madrid busca que los negocios de la ciudad aporten sus propios datos abiertos.
  • Trabajando en la transparencia. Saber qué hacen las instituciones y cómo sus decisiones afectan a nuestra vida es crucial en una sociedad. Así, iniciativas como openlaws en la Unión Europea o openstates en Estados Unidos tienen el objetivo de informar sobre todas las reglas, leyes e iniciativas que desarrollen las instituciones.
  • Mejorar la gestión municipal. La ciudad de Boston fue una de las primeras a nivel mundial en utilizar los datos abiertos (y fomentar la información ciudadana) para mejorar su seguridad y los servicios de emergencias. En Barcelona, el ayuntamiento utiliza los datos generados por los ciudadanos, su red de metro y autobús y sus paradas conectadas para mejorar la gestión del transporte.
  • La gestión de la infraestructura. Gracias al software de Vizzuality, Red Eléctrica de España utiliza los datos abiertos para monitorizar el consumo eléctrico de los hogares españoles. MARTA on the GO es el sistema de la ciudad de Atlanta que gestiona las incidencias en carreteras y vías (de tren y metro) ofreciendo consejos en tiempo real a los ciudadanos.
  • Urbanismo y emergencias. Si las posibilidades de una ciudad se multiplican con los datos abiertos, las de un área más grande o un país se vuelven infinitas. Mediante sensores repartidos por todo el territorio, Japón y Filipinas son pioneras en utilizar el open data para prevenir emergencias, alertar a sus ciudadanos ante desastres naturales y mejorar las evacuaciones en tiempo real.

El poder de los datos es real y todo depende de cómo los utilicemos. Con el auge del Internet of Things (IoT) en los próximos años, cada vez habrá más dispositivos conectados comunicándose con el mundo y dejando un registro digital de su actividad. Cuestiones de privacidad o control al margen, estos datos pueden transformar las ciudades en una especie de ente integrado que gestione de forma única todos sus servicios. Quizá entonces se gane el adjetivo de smart.

Por Juan F. Samaniego

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