Empresa

Cambiar de trabajo sin pisar la oficina

La COVID-19 ha cambiado muchos aspectos de la vida, y también los procesos de contratación y de onboarding o incorporación de empleados a las empresas. Tres personas que durante la pandemia se han estrenado en su puesto nos cuentan su experiencia. 

La crisis sanitaria ha elevado significativamente las cifras del paro en España. Además, muchas compañías se han acogido a los ERTE subvencionados por el Gobierno. A principios de marzo, todavía quedaban unas 900.000 personas que seguían en casa, cobrando el desempleo y esperando la llamada de sus compañías para reincorporarse.

Ni 100% teletrabajo ni 100% en la oficina

Sin embargo, y a pesar de lo complicado de la situación económica, también son muchos los que han encontrado su primer empleo en medio de la crisis sanitaria. O los que han podido cambiar de trabajo, atraídos por mejores retribuciones y condiciones laborales.  

Las renovaciones de plantilla no se han detenido. Pero la novedad ahora es que, en muchos casos, los procesos de contratación se han realizado enteramente por internet, con entrevistas a través en Zoom o Microsoft Teams y con un mudo intercambio de documentos por correo electrónico entre empleado y empleador. Todo mucho más frío que antes, pero igualmente efectivo. Y menos estresante porque la temida entrevista de trabajo ahora se hace por una ‘pantallita’ de unas cuantas pulgadas. 

Estos son tres ejemplos de que es posible empezar y progresar en una compañía sin cruzarse con los compañeros de trabajo por los pasillos o hacer algo tan cotidiano como tomarse un café con ellos. A sus protagonistas les hemos preguntado por los pros y los contras de estrenar puesto en unas circunstancias tan extrañas, y también por cómo se organizan desde la distancia y la soledad de sus domicilios. Y por lo que esperan en el futuro. 

Teresa seguirá teletrabajando sí o sí

A Teresa Morales la contrataron en su nueva empresa el 17 de febrero de este año, en plena tercera ola de la pandemia. Se estrenaba como coordinadora de proyectos en una consultora radicada en Madrid y que ayuda a medios de comunicación a transformarse digitalmente. Ella venía de trabajar en la filial de la firma francesa Webedia, también con sede en la capital de España. 

Y, como no podía ser menos, el proceso de selección fue virtual. “Todo se hizo a través de correo electrónico, llamadas de teléfono y videollamadas. No hubo ninguna reunión presencial”, recuerda. Esa relación virtual inicial se ha mantenido en el tiempo, puesto que Teresa, que vive en Zaragoza, nunca ha visto físicamente a sus jefes y compañeros. De hecho, tiene claro que, cuando la situación mejore, su puesto va a ser de teletrabajo, aunque no descarta alguna reunión puntual donde tenga que compartir despacho y café.   

Teresa dice que, a pesar de las circunstancias, no ha tenido dificultad en cambiar de trabajo e integrarse con sus nuevos compañeros. “Tenían un proceso de acogida muy bien organizado. Me han reservado algunas horas del día en las primeras semanas para conocer al equipo o lo que hace el resto de departamentos, todo a través de pequeñas reuniones”. 

Ella es una convencida del trabajo a distancia desde hace mucho tiempo. “Llevo muchos años teletrabajando. De hecho, poder teletrabajar es para mí indispensable a la hora de elegir un empleo. Me organizo con los horarios. Y me permite compensar después de la jornada con paseos y un poco de ejercicio o de vida social”. 

Además, asegura que las idas y venidas en una oficina son un estorbo. “Me costaría bastante realizar tareas que requieren concentración, como redactar o idear propuestas, con las interrupciones habituales de una oficina”. Para Teresa, hacerse la comida todos los días en casa, estar con su gata y cambiar de residencia cuando le apetece son por el momento privilegios irrenunciables. 

Jorge se reúne todas las mañanas, aunque sea 10 minutos

Jorge terminó el verano pasado su grado de Ingeniería Informática en la Universidad de La Laguna, en Tenerife. Y lo hizo con un brillante expediente. Por esas fechas la COVID-19 remitía en todo el país. Parecía que íbamos dejando atrás la pesadilla.

En otoño se dedicó a “echar muchos currículos” y hacer algunas algunas entrevistas, todas online. Y los frutos llegaron a la vuelta de Navidad, cuando acabó siendo contratado por una consultora que hace desarrollos para el Gobierno de Canarias y que emplea a unas 70 personas. Jorge acumula ahora experiencia como desarrollador full stack, uno de los perfiles más buscados del sector tecnológico

En estos meses, no ha podido conocer en persona a sus jefes y compañeros. “Tuve una entrevista con el CEO y con una directora de proyectos. Duró unos 20 minutos y hablé yo casi todo el rato, de mis ambiciones y de mis gustos profesionales. Luego no hubo otras reuniones”. A partir de ahí, toda la documentación para formalizar el contrato viajó por internet. 

Jorge dice que cuando acabe la pandemia o la situación mejore definitivamente, tanto él como sus compañeros, que están todos en casa, tendrán que decidir si quieren volver a la oficina o seguir teletrabajando. Él ahora mismo echa de menos tener más contacto con sus colegas. “Tenemos reuniones todas las mañanas de forma virtual, pero hay días en que no les veo más de 10 minutos. No tiene nada que ver con las ocho horas que pasaría con ellos si el trabajo fuera presencial, y por eso no hay lazos estrechos por el momento”. 

En todo caso, este programador reconoce las ventajas del teletrabajo, que le podría permitir en el futuro visitar a su hermano, que vive en Holanda. Y que también se notan en su calidad de vida y en la sofisticada tabla de Excel que se ha diseñado para registrar sus gastos. “Puedo ahorrar en gasolina y también ahorro el tiempo de ir y venir a la oficina”. Eso sí, Jorge echa de menos “más presión” cuando trabaja en remoto, sobre todo cuando se atasca. “A veces me paso 10 minutos mirando para el techo y no me he dado cuenta”, reconoce.  

Sara afrontó dos procesos durante la pandemia

Sara Pacho no ha cambiado una, sino dos veces, de trabajo desde que el coronavirus empezó a cambiar la vida cotidiana de los españoles. “Yo trabajaba como content manager para BBVA a través de una agencia de marketing digital cuando comenzó todo y nos mandaron a trabajar a casa”. Era el fatídico mes de marzo de 2020. Pero el 31 de mayo este servicio pasó a ser llevado por otra compañía y Sara se quedó en la calle.

Más tarde, en pleno verano, encontró trabajo en una agencia digital, pero en septiembre, Accenture, la compañía que había ganado en concurso el servicio del BBVA, volvió a ofrecerle su antiguo puesto y, tras valorar “una buena oferta”, no dudó en aceptarlo. 

En su primer proceso de selección, Sara pasó por una entrevista telefónica y otra grupal a través de videollamada. Después, desde la empresa le enviaron un ordenador por mensajero y la firma del contrato fue en formato digital. 

En el segundo proceso, la conversación, también por teléfono, fue más relajada porque era su antigua jefa la que le ofrecía el puesto. Luego, ya le llamaron de recursos humanos para formalizar el contrato. Todo online. “Eso sí, tuve que ir en persona a recoger el ordenador y otras cosas a Pozuelo (Madrid). Ya lo tenían preparado, firmé la entrega de material y marché. No estuve allí ni cinco minutos”.

Sara dice que en ambas ocasiones ha tenido la suerte de entrar en “equipos muy agradables y con buena organización”, con compañeros ya acostumbrados a la deslocalización. “Trataban de trasladar los comportamientos normales de una oficina a lo digital con pequeños gestos como dar los buenos días cada mañana, por ejemplo. Además, en las reuniones todos teníamos siempre la cámara para vernos las caras y para terminar la semana había una quedada virtual para tomar una cerveza, comentar logros del trabajo y charlar”.

Ella, como los otros protagonistas de este post, quieren seguir sacando partido a las ventajas del teletrabajo cuando la situación mejore. “Entiendo que de manera puntual sea necesario ir a la oficina a eventos o reuniones, pero, si puedo elegir, preferiría seguir trabajando desde casa y que esos días fueran la excepción”. En su domicilio, dice, está más concentrada y es más productiva. Además, puede ir al gimnasio a mediodía, se hace la comida en el momento y no tiene que cargar con un táper. 

Imágenes | Juan I. Cabrera, iStock.com/Dzmitry Dzemidovich

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