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Manuel Hildalgo: «El coste de la automatización no va a ser un desempleo masivo»

En los últimos tiempos, la inteligencia artificial y la robotización están llevando la automatización a muchos ámbitos laborales, y eso ha despertado los peores temores. Algunos analistas y estudiosos han puesto el grito en el cielo diciendo que esta oleada tecnológica va a dar lugar a un tsunami de desempleo y precariedad. El profesor de economía Manuel Hidalgo, docente en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, ha escrito un libro donde pone en cuestión este pesimismo con cifras, argumentos y ejemplos fácilmente entendibles. No obstante, Hidalgo no deja de reconocer que nada va a ser igual que ahora en el mercado de trabajo y dice que tenemos que irnos preparando para no quedar al margen.

En su libro cita a Keynes, que en los años 30 se mostraba pesimista sobre el efecto de la automatización en el trabajo y hablaba de una ola de “desempleo tecnológico”. Usted se muestra optimista y no cree que la robotización o la IA vayan a eliminar millones de empleos. ¿Por qué este optimismo?

Porque no hay razones para pensar lo contrario. En los procesos de cambio tecnológico el capital quita, pero también da. Y lo que nos dice la historia es que esta segunda parte es más importante que la primera. Esto no quiere decir que lo que quite sea despreciable. No es eso, pero que el coste de la automatización no va a ser un desempleo masivo.

¿Hasta qué punto ha sido la dura crisis económica la que ha llevado a muchos a ver la automatización y la tecnología como la bestia negra del empleo?

La crisis genera un estado de ánimo. Esta puede ser más o menos real. Siempre lo es. Pero posee un gran componente anímico. Todo es más negativo y, desde luego, si durante unos años donde el desempleo aumenta y la estabilidad laboral se reduce, alguien nos cuenta que van a venir robots y te van a quitar el empleo, entonces magnificas tu impresión sobre ello. No es casual que la gran primera reacción contraria a la automatización fuera en 1811, justo cuando Gran Bretaña vivía una importante crisis económica. Esta automatización llevaba años erosionando poco a poco ciertos empleos, pero no fue hasta ese momento cuando se iniciaron protestas como hoy nos las podemos imaginar. Con la recesión de 2008 tenemos un eco de aquello. Se conjugan cambio y crisis, y esto siempre genera una reacción química intensa.

«La compresión oral y escrita, la comunicación, la exposición de ideas o el trabajo en equipo serán de las habilidades más demandadas por las empresas»

¿Qué empleos o sectores productivos sufrirán más en los próximos años por el despegue tecnológico? ¿Y cuáles lo harán menos?

Creo que todos los sectores sufrirán, aunque ciertamente los habrá que más (industrias y ciertos servicios, como el financiero) y otros que menos (como la educación). Las ocupaciones en general se verán todas afectadas, pero no todo será eliminación de empleo y sustitución por máquinas, sino más bien ajuste de tareas. Tan solo aquellas donde sea fundamental y primordial el cara a cara sufrirán pocos cambios. El resto se verá afectado en mayor o menor medida, pero como siempre ha sido.

Vamos a dar por hecho las previsiones más optimistas, que dicen que esta segunda ola de automatización (la primera data de los 70 y afectó sobre todo a la industria) no va a hacer desaparecer más de un 10% de los puestos de trabajo. No obstante, ¿en qué aspectos sufrirá el mercado de trabajo y los trabajadores este hiperdesarrollo tecnológico que vivimos?

Profundizará en ciertos costes. La primera ha demostrado tener consecuencias indeseables, como son la llamada “polarización del empleo” (eliminación de empleo en zonas «intermedias» de la distribución de salarios a favor de los extremos) y, como consecuencia de ello, la desigualdad. Podemos estar ante una segunda fase, lo que representa el gran problema a tener en cuenta.

«Estamos muy lejos de tener un compañero de trabajo con engranajes y lubricante»

¿Qué habilidades deberá potenciar un trabajador que quiera seguir siendo empleable en el futuro? 

En el libro se hace una selección en función de las ya actuales tendencias que las empresas muestran. Básicamente aquellas que más tienen que ver con el intelecto humano: compresión oral y escrita, comunicación, exposición de ideas, resolución de problemas en entornos cambiantes y flexibles, etc. También saber trabajar en equipo o coordinar.

¿Qué habilidades serán menos demandadas o simplemente ignoradas por los responsables de RR.HH.?

En general aquellas que pueda hacer un robot o un software. Las manuales rutinarias y, más adelante, aquellas que, a pesar de exigir el intelecto, puedan ser predecibles. 

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¿Qué influencia tendrá la IA en los entornos de trabajo?

Mucha. Sin embargo, debemos entender que estamos muy lejos aún de esos niveles de intrusismo que algunos quieren imaginar. De hecho, la IA ya está presente en muchas tareas y casi ni nos damos cuenta. Esto es porque la IA no es un robot que conversa con nosotros, sino aplicaciones muy concretas que nos facilitan la tarea del día a día. Estamos muy lejos de tener un compañero de trabajo con engranajes y lubricante.

¿En qué punto de desarrollo de la robotización estamos y qué nos espera? ¿Vamos camino de encontrarnos algún día con aquellos sofisticados, versátiles y emotivos “replicantes” de ‘Blade Runner’?

Los seres humanos tenemos una imaginación incontenible. Tanto que llegamos a imaginar un futuro que casi nunca responde a lo que realmente finalmente se observa. Los personajes de ‘Blade Runner’ se imaginaron para un año que ya ha pasado, y, sinceramente, ese mundo es hoy tan utópico como hace 30 años. Estamos muy lejos aún. Ni soy capaz ni me atrevo a pronosticar qué será de nosotros y de la tecnología en 50-100 años, pero sí puedo decir que tenemos décadas aún por delante donde el mundo será muy similar al que hoy tenemos.

«Es muy difícil crear una figura impositiva que paguen los robots. Es una opción en la que no creo»

¿Qué opina de las plataformas digitales como Uber, Deliveroo, Airbnb, Glovo o Freelancers? Parece que están cambiando las reglas del juego de muchos sectores y también la naturaleza del empleo en ellos.

Que no deben ser prohibidas, pero sí reguladas. No todas ellas pueden catalogarse negativamente; ni siquiera aquellas que fomentan la precariedad, si es que es así, deben serlo. Eso sí, hay multitud de plataformas con consecuencias laborales muy diferentes y en ello debemos estar, en comprender cómo intervenir para amplificar sus beneficios limitando sus costes.

¿Qué debemos hacer como sociedad y como país para garantizar el empleo futuro de nuestros ciudadanos en un tiempo tan dominado por la tecnología y por los cambios constantes?

Lo principal es prepararnos, en el sentido amplio. Concretando, hay que preparar nuestra educación, dentro y fuera del empleo. Los sistemas educativos deben preparar para un mercado de trabajo flexible. Pero debemos comprender que no solo será suficiente esto. Deberemos pensar en una formación continua para toda la vida dentro de nuestra empresa o en el momento que optemos a cambiar entre ellas.

Casi no habla en su libro sobre si los robots deben pagar impuestos. ¿Por qué lo pasa por alto?

Porque es una opción en la que no creo. Lo comento, pero lo emplazo a mejores análisis. Es muy difícil crear una figura impositiva que paguen los robots. Para eso ya existen otras figuras que van sobre los ingresos de los dueños de los robots, quienes poseen los medios de producción. Creo que no es necesaria una nueva figura impositiva, sino ajustar las existentes.

Imágenes | Editorial Deusto

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