Empresa

Cómo acabar con el presentismo en las empresas

Permanecer en la oficina o en el lugar de trabajo más tiempo del normal, haciendo muchas veces cosas que no son propias del puesto, es lo que los expertos denominan presentismo

Es una lacra que afecta a la productividad de las compañías, al trabajo en equipo y la armonía entre empleados. También incrementa el número de accidentes, por puro agotamiento, causa problemas psicológicos y hace más difícil la conciliación de vida familiar y profesional. Pero se puede combatir.

“Los horarios rígidos son enemigos tanto de las empresas como de los empleados”, José Luis Casero, presidente de ARHOE

El presentismo es un mal extendido en la empresa española. Según un estudio reciente de Adecco, casi un tercio de las empresas de este país (concretamente, un 30,8%) ha detectado prácticas de presentismo entre sus trabajadores. Es un problema que aflora por falta de ética del empleado, por el miedo a perder el puesto, por simple adicción al trabajo o por una mala organización de la compañía o una deficiente asignación de recursos.

La inseguridad en el empleo que existe en España, sin duda, agrava el problema. Con tasas de paro por encima siempre del 15% y con una inestabilidad laboral que se manifiesta en un altísimo índice de contratos temporales (más de un 25% del total), se da un buen caldo de cultivo para el presentismo.

Cuando el problema viene de los jefes

Pero muchas veces, a los trabajadores no les queda más remedio que ‘calentar la silla’ porque la misma dirección de la compañía valora más las horas de presencia que la cantidad y calidad del trabajo realizado. Y eso impone unas dinámicas perversas. El resultado son empleados que matan el tiempo navegando por internet, contestando a sus redes sociales o comprando en Amazon.  

Unos directivos enamorados de su proyecto pero poco empáticos casi siempre van a pedir una dedicación desmedida y horarios extensos al resto de la plantilla. Además, el presentismo fomenta un mal seguimiento por parte de la dirección de los objetivos asignados a cada empleado o equipo. Muchos jefes no saben cómo evaluar a sus empleados si no es contando las horas que echan, sean productivas o no. Y esa es una pobrísima vara de medir.  

Como consecuencia de todo ello, muchos trabajadores apuran las jornadas laborales para salir siempre los últimos, o por lo menos, después de que lo haga su superior. También es presentismo seguir trabajando en vacaciones, aunque sea desde casa o desde el apartamento en la playa, o no faltar cuando se está enfermo. 

No hay que olvidar tampoco que muchas veces los trabajadores se ven forzados a prolongar sus horas de oficina porque están anegados de tareas y la plantilla es insuficiente. Otra vez, el problema está en la dirección y en una mala asignación de recursos.  

Adiós al presentismo

Un empleado que no descansa lo suficiente acaba siendo improductivo. Se convierte, pues, en un trabajador presente pero desconectado, mentalmente ausente. ¿Cómo acabar entonces con algo tan contraproducente para empresas y empleados como las jornadas de 10 o 12 horas? Aquí van algunas medidas:

  • Trabajar por objetivos mensuales. Facilita que el trabajador sepa qué esperan de él y que la dirección tenga un criterio de evaluación del rendimiento más allá de las horas en la oficina. 
  • Fomentar el teletrabajo y la flexibilidad horaria. También puede ayudar a reducir el presentismo en la oficina. Al fin y al cabo, en casa no hay ningún jefe a quien engañar pasando más tiempo del debido. Además, el teletrabajo está muy vinculado al trabajo por objetivos. 

  • Cambiar la mentalidad empresarial. Los mánagers que todavía consideren un valor echar más horas de la cuenta en el trabajo, deberán cambiar el chip. Las horas de oficina sin más dicen poco de la valía de un profesional y muchas veces esconden deficiencias organizativas. 
  • Favorecer la comunicación interna y con los empleados. Hay que medir el grado de satisfacción en el trabajo de la plantilla y conocer las reivindicaciones de cada uno. También conviene saber por qué un empleado concreto hace sistemáticamente más horas de lo habitual. En otros países, es síntoma de que se organiza mal, y no un mérito.   
  • Reconocer el trabajo bien hecho. Destacar el buen hacer de aquellos empleados que sacan adelante sus objetivos durante la jornada laboral es una buena manera de decirle a los que calientan la silla que su estrategia no es la más acertada. 
  • Reivindicación sindical. Es difícil que un trabajador cambie una mala cultura corporativa, pero de modo colectivo sus representantes sí pueden presionar para cambiar esta mala práctica. 
  • Ley de control horario. Para evitar las largas jornadas, los trabajadores también tienen a su favor el Decreto-Ley de Control Horario. Este texto legal entró en vigor el 12 de mayo de 2019 y obliga a todas las compañías de este país a establecer un sistema de registro de entrada y salida de sus empleados.
  • Reuniones sí, pero cortas y al grano. Otra de las causas tradicionales del presentismo han sido las reuniones fijadas a deshora. O los largos almuerzos de trabajo, que luego retrasan la hora de salida por la tarde de jefes y empleados. Conviene decir adiós a la reunionitis.   
  • Apagar las luces a partir de las 6 de la tarde. Muchas empresas ya aplican esta medida para que sus plantillas vuelvan a casa a una hora razonable. De esta forma, además, queda en evidencia el empleado que prolonga su jornada sin necesidad. 

Imágenes | iStock.com/AntonioGuillem / Designer491 / AND-ONE

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