Aún es pronto para determinar cuál será el impacto real de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus.
La única certidumbre a día de hoy es que las previsiones de crecimiento para 2020 no tienen validez. El entorno económico y social ha cambiado, y sus consecuencias son difíciles de estimar.
Lo que ocurra a partir de ahora dependerá sobre todo “de la duración de la paralización de la actividad económica”, sostiene Luis Aribayos Mínguez, director de Economía y Transformación Digital de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa (CEPYME).
Liquidez y adaptación
Este organismo, junto al Centro de Predicción Económica (CEPREDE), realizó sus primeras estimaciones pocos días después del inicio del estado de alarma, el pasado 15 de marzo. En aquel momento, se consideró que una duración inicial de cuatro semanas podría generar un impacto directo en torno al 0,9% del PIB. Un dato que se elevaría hasta el 1,7% si se incluían los efectos indirectos e inducidos sobre el conjunto del sistema económico.
Esta contención de la actividad podría llegar a suponer la pérdida de unos 300.000 empleos. Unos cálculos realizados antes de que se decretara en nuestro país el parón durante dos semanas de todos los sectores, excepto aquellos considerados esenciales. Esta situación sin precedentes, derivada de la emergencia sanitaria, tiene como propósito evitar la propagación de la COVID-19 y aliviar el colapso al que se está viendo sometido nuestro sistema de salud.
Las pequeñas y medianas empresas ya son víctimas colaterales del contexto actual. La detención total o la bajada drástica de su actividad tendrá consecuencias sobre gran parte de ellas. “Ante una paralización de la actividad económica como esta, creo que es fundamental la situación financiera de la empresa”, afirma Aribayos. “En periodos de crisis, muchas empresas rentables desgraciadamente desaparecen por falta de liquidez”.
Sin embargo, el aspecto financiero no es el único factor determinante para salir de esta situación con relativo éxito. “El sector en el que se desarrolle la actividad es crítico ya que, aunque una empresa esté perfectamente preparada y gestionada, si no puede funcionar con normalidad es muy difícil afrontar esta situación. La capacidad de adaptación y sacrificio es algo innato de los empresarios y, sin duda, están dando amplias muestras de ello”, apunta el director de Economía y Transformación Digital de CEPYME.
Las primeras medidas
Para mitigar el impacto de esta crisis sanitaria, el propósito principal es minimizar los daños todo lo posible con el objetivo de sobrevivir. Para ello, Aribayos aconseja implementar medidas que permitan adaptarse al momento actual, donde los ingresos van a ser cero o muy reducidos, y diferir el pago de las pérdidas que se van a producir a los ejercicios siguientes.
“Se han puesto en marcha diferentes medidas a nivel nacional, también por parte de algunas comunidades autónomas, e incluso hay ayuntamientos que han empezando a anunciarlas”, recuerda. “En el aspecto financiero, pueden endeudarse solicitando préstamos avalados por el Estado, que evidentemente tendrán que devolver. Mientras que en el ámbito laboral, pueden llevar a cabo acciones de flexibilidad, como son los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) por fuerza mayor, aunque están limitados a unas actividades concretas”.
La concesión de avales es una de las cuestiones más delicadas. El contrato firmado entre el Instituto de Crédito Oficial (ICO) y las distintas entidades financieras establece que se seguirán las prácticas habituales para la concesión de créditos. “Desde CEPYME, conjuntamente con todas las organizaciones territoriales y sectoriales que nos conforman, estamos llevando a cabo un seguimiento sobre la concesión de dichos préstamos”, explica.
“El objetivo es comprobar si las condiciones marcadas por el ICO son lo suficiente flexibles para que la liquidez llegue realmente a las pymes que lo necesitan o es necesario adaptarlas”. Asimismo, están trabajando para que se lleven a cabo nuevas iniciativas que aporten liquidez directa a las empresas, como los aplazamientos de impuestos y de cotizaciones o acelerar un plan de pago a proveedores.
Reducir el impacto en las pymes
Más de un mes después de que se decretara el estado de alarma y se produjera una ralentización de la actividad económica, los daños aún están por determinar. Mientras se supera la emergencia sanitaria, desde CEPYME consideran que el Gobierno debería llevar acciones en tres áreas principales para reducir el impacto.
“En el ámbito económico es crítico no generar más incertidumbre. Ya es suficiente con enfrentarnos a las consecuencias del coronavirus, por lo que se debe trabajar en aportar certidumbre. Y eso se consigue aprobando medidas de fácil implementación sin complejas condicionalidades”, asevera Aribayos.
En segundo lugar, el objetivo es que subsistan el mayor número de pymes posible. En este ámbito, es vital contar con liquidez para que puedan seguir en activo durante este periodo. “Para ello es determinante ajustar la línea de avales del Estado según se vaya necesitando. Además de suspender ya los impuestos y cotizaciones a las pymes, y que todas las administraciones públicas sufraguen las deudas que mantienen con las empresas”. Por último, añade Aribayos, “es fundamental que las medidas laborales se flexibilicen. Por ejemplo, extender los ERTE por fuerza mayor y simplificar sus condiciones”.
En este escenario tan excepcional, la prioridad es la salud pública. Hasta que no se supere la crisis sanitaria, no hay lugar para recomponer el tejido económico. Aun así, “las empresas se están adaptando a la nueva situación con una prevención de riesgos laborales actualizada. Aquí el Gobierno debe ser muy sensible a colaborar con la empresa para facilitar claridad en esta nueva situación, así como garantizar el abastecimiento de equipos de protección individual”, concluye el director de Economía y Transformación Digital de CEPYME.
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