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Ahora lo llamamos ‘crowdfunding’ pero se lleva haciendo desde el siglo XIX

El mundo se transforma muy rápido y hasta no hace mucho, cuando alguien quería sacar un proyecto adelante y necesitaba apoyo económico, lo más habitual era que pidiera un préstamo al banco, solicitara una subvención o recurriera a familiares y amigos. A todas estas opciones se suma desde hace unos años el crowdfunding. También llamado financiación colectiva o micromecenazgo.

¿Pero qué es el crowdfunding exactamente y por qué está tan extendido en la actualidad?

La etimología de la palabra crowdfunding viene de la conjunción de los vocablos ingleses “crowd” (multitud) y “funding” (financiación), por lo que es fácil deducir que el término surgió para designar una nueva forma de conseguir dinero para un proyecto apelando de forma abierta a un colectivo de personas para reunir dichos fondos.

En resumidas cuentas, podemos decir que el crowdfunding consiste en la cooperación entre individuos para lograr recursos y financiar iniciativas de otras personas u organizaciones, creándose una comunidad alrededor del producto o servicio en cuestión.

‘Crowdfunding’, ‘crowdlending’ y ‘crowdequity’: ¿cómo financio mi pyme?

En cualquier caso, en esta actividad sobresalen dos características: la unión masiva de personas anónimas que sufragan con cantidades reducidas proyectos de alto potencial y el carácter arriesgado de dicha inversión. Y es que los micromecenas o microinversores no suelen conocer a la persona o empresa a la que destinan su aportación. Al margen del atractivo de la idea en sí, su respaldo se basa en la confianza digital que se ha ido ganando el crowdfunding.

Principales tipos de crowdfunding

En sus inicios, este mecanismo colaborativo se circunscribió a planes culturales y solidarios, pero actualmente no hay límites. Puede ser usado para multitud de propósitos, como para apoyar a artistas, campañas políticas y financiar la construcción de escuelas o el nacimiento de empresas. De hecho, existen cuatro tipos de crowdfunding ya establecidas:

  • Donaciones, normalmente para fines sociales o culturales, en las que las personas que hacen una aportación no esperan nada a cambio, siendo un acto totalmente altruista.
  • Recompensas. Aquel tipo de crowdfunding en el que se ofrece un producto o servicio como contraprestación a la ayuda recibida.
  • Inversiones. Cuando los promotores de los proyectos que demandan fondos brindan una participación en el capital o los beneficios de la iniciativa.
  • Préstamos o microcréditos. Cuando lo que se ofrece es el retorno de la cantidad aportada, más un tipo de interés.

Historia del crowdfunding

La idea de solicitar financiación de forma pública viene de lejos. Ya en 1885 el editor Joseph Pulitzer utilizó su periódico ‘The World’ para hacer un llamamiento a la participación de los ciudadanos para recaudar fondos con los que pagar el pedestal de la Estatua de la Libertad en Nueva York. A cambio, se ofrecían reproducciones del monumento en miniatura por aportaciones mayores a un dólar. La campaña fue un éxito y en unos meses se consiguieron los varios millones de dólares necesarios para instalar la estatua. Pulitzer imprimió los nombres de todos y cada uno de los que lo hicieron posible, sin importar si habían contribuido con una moneda de diez centavos o un dólar.

Como vemos, el crowdfunding tiene una larga historia, pero el factor determinante para su crecimiento exponencial ha sido la aparición de internet. Gracias a la red, el número de personas que pueden llegar a participar en un proyecto es inmenso, lo que acaba generando una multitud anónima que, de otro modo y por los medios de difusión tradicionales, sería impensable.

Aunque las microdonaciones anónimas hicieron posible hitos populares como el antes mencionado de la Estatua de la Libertad, el crowdfunding se relaciona más con la cultura alternativa.

De ‘Extremoduro’ a Obama

Así, uno de los pioneros del micromecenazgo en la industria de la música fue el grupo de rock británico ‘Marillion’.​ En 1997, sus fans de Estados Unidos sufragaron su gira por este país –cuyo coste fue de 60.000 dólares– gracias a una campaña de la banda por internet. Ocho años antes, en 1989, el grupo español ‘Extremoduro’ financió su primer disco de este modo. La promesa de recompensa era doble: recibir el disco una vez publicado y, además, aparecer en los agradecimientos.

La influencia del crowdfunding llegó a la política en 2008, cuando Barack Obama, en la campaña de las elecciones presidenciales que finalmente le llevarían a la Casa Blanca, habilitó una website con la que recolectó millones de dólares a partir de pequeñas donaciones de simpatizantes.

Aupado por internet, este sencillo planteamiento de economía colaborativa comenzó a ganar predicamento y a finales de la década del 2000 empezaron a surgir grandes sites de micromecenazgo de alcance internacional, como Kickstarter, decano de las plataformas de crowdfunding, o Indiegogo. Posteriormente, su éxito daría paso a otras webs especializadas en un determinado sector o tipo de crowdfunding.

Ventajas del crowdfunding

Hoy en día, esta fórmula se ha posicionado como la alternativa de financiación que permite introducir en el mercado proyectos interesantes y con mucho potencial que, de otra forma, no podrían llegar siquiera a conocerse. Y cuantas más iniciativas de esta clase haya, gozaremos de mayor diversidad cultural, económica y social.

Al mismo tiempo, el micromecenazgo es una opción sencilla, transparente y muy eficiente para los particulares a la hora de vincularse a proyectos y obtener un beneficio, del tipo que sea. Ya sea la simple satisfacción moral de haber apoyado una causa que se considera justa, el disfrute de algún tipo de producto o servicio, o una compensación económica o participación en los réditos de una buena idea.

Imágenes | Roman Synkevych (Unsplash) | Ferdinand Stöhr (Unsplash) | Kaleidico (Unsplash)

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