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La Industria 4.0 apuesta por la realidad virtual para formar a sus técnicos

Es un hecho ampliamente aceptado que uno de los campos que va a revolucionar la realidad virtual es el de la formación, particularmente todo aquello relacionado con entornos prácticos. Su potencial para simular entornos reales proporciona a esta tecnología la capacidad de permitir a sus usuarios familiarizarse con ellos y realizar actividades que de otro modo serían caras, demasiado complejas o incluso peligrosas

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De hecho, es este campo, junto al del entretenimiento, uno de los primeros en los que han surgido las primeras aplicaciones prácticas para la nueva tecnología. Desde multitud de pequeñas aplicaciones en las diversas stores hasta empresas como STRIVR, con una plataforma específica para la formación de empleados, los casos prácticos se cuentan ya por decenas, si no por centenares. No en vano, la tecnología de simulación lleva décadas aplicándose para la formación de personal especializado en áreas en las que el acceso al entorno real es demasiado caro, peligroso o ambas cosas, como en el caso de los simuladores de vuelo o los simuladores tácticos, tanto civiles como militares.

No todos los entornos son iguales

Sin embargo, lo que caracteriza a esta nueva tecnología es que la escala a la que es aplicable es muchísimo menor. Los dispositivos y el software están al alcance de cualquiera, por lo que sus aplicaciones también. Así nos encontramos con casos de éxito como la experiencia VR de KFC, que mejora los tiempos de aprendizaje de su técnica de fritura de 25 a 10 minutos, o el caso de Walmart, que usa la tecnología de la anteriormente mencionada STRIVR para preparar a sus empleados para la locura que van a tener que vivir en días como el Black Friday.

Muchas de estas experiencias hacen uso de grabaciones en vídeo 360 que facilitan al usuario sumergirse en una grabación interactiva de la experiencia (es el caso de las soluciones de STRIVR), permitiendo aprovechar técnicas ya muy conocidas y perfeccionadas de rodaje y montaje interactivo, o simulan entornos sencillos de interactividad física muy controlada (una o varias habitaciones, muebles, objetos que hay coger y dejar, manipulaciones sencillas con resultados correcto/falso, etc.), como en el caso de la experiencia de KFC.

Al optar por este tipo de modus operandi, sacan el máximo partido de las herramientas de desarrollo que la realidad virtual ha heredado en muchos casos del mundo de desarrollo de videojuegos. Aquí entrarían, por ejemplo, los motores interactivos de “talla única” que permiten el prototipado y desarrollo de las experiencias más sencillas en un corto periodo de tiempo y a bajo coste.

La tecnología de simulación lleva décadas en uso para la formación de personal especializado en entornos en los que el acceso al entorno real es demasiado caro, peligroso o ambas cosas, como en el caso de los simuladores de vuelo o los tácticos, tanto civiles como militares

Esto marca una barrera que separa a los entornos fácilmente simulables de aquellos cuyas características obligan a algún tipo de desarrollo específico que permita recrear las condiciones a simular. Es el caso, por ejemplo, de la simulación industrial de la que tanto se habla con el avance de la Industria 4.0, en la que es necesario simular entornos que pueden implicar complejos sistemas de automatización, reactores químicos, maquinaria o procesos físicos.

Enfrentándose al caso real

Para entender sus posibilidades y los restos que implica, qué mejor que aplicarlo a un caso real: el de la firma alemana Schneider Electric. Como parte de sus iniciativas de formación, la multinacional de componentes electrónicos cuenta con unas maletas —aunque la palabra arcón sea más descriptiva— en cuyo interior se almacenan componentes eléctricos y elementos de montaje reales —no simulados— que permiten realizar una serie de circuitos guiados por una formación específica.

Esto asegura que cuando un técnico se enfrente a un panel real por primera vez, ya ha realizado una serie completa de prácticas que cubren los escenarios más usuales. Las ventajas de este sistema portátil son una mayor rapidez en la formación y una mayor familiaridad de los técnicos con los equipos que van a tener que manejar.

Sin embargo, sus inconvenientes no son pocos. Las maletas físicas pesan mucho, lo suficiente como para que su envío o manejo no resulten fáciles ni baratos. Son también costosas, con lo que la pérdida de una es un perjuicio económico nada despreciable, y su sustitución no es trivial. La pérdida de uno de sus componentes puede inutilizar la maleta entera hasta su sustitución. Y no hay que explicar el problema al que se enfrentan cuando hay que actualizar algún componente, pues hay que hacer llegar éste a todas las maletas distribuidas por el mundo.

El panel de circuitos original de Schneider Electric.

 

Con este escenario de partida, es como desde Schneider Electric se ponen en contacto con la firma española Sngular. El reto que plantean a Fernando de Rada, actual Director de la división (o DKC, como la denominan ellos) de Interfaces Avanzados de la consultora, es el de reproducir estas maletas en un escenario virtual que pueda sustituir a las maletas físicas y proporcionar las mismas ventajas pero sin sus inconvenientes principales.

“La problemática que se plantea va más allá de la simulación del entorno físico y la reproducción de los componentes como modelos tridimensionales. Es un reto en dos ejes: la interacción con los componentes virtuales y la simulación de estos componentes y de la forma en la que interactúan cuando son configurados como un circuito”, explica De Rada.

El sistema permite a Schneider Electric dar a sus comerciales la oportunidad de realizar las formaciones, obteniendo un mayor conocimiento del producto de cara a su presentación a clientes

Para dar respuesta al reto, Ángel Alda, director técnico de la división, explica que emplean “un motor propietario, desarrollado íntegramente por nosotros y que nos permite extraer hasta el último ciclo de reloj del entorno de simulación”. En un sector dominado por los motores de talla única de los que hablábamos antes, ‘Unity’ y ‘Unreal Engine’, este esfuerzo resulta llamativo, especialmente siendo ambos dos históricos del sector del videojuego en España, con 30 años de experiencia a sus espaldas en compañías del calado de Made in Spain o Zigurat.

Un motor de realidad virtual Made in Spain

De Rada nos aclara rápidamente la duda: “El uso de un motor optimizado para este tipo de tareas nos permite ahorrarnos todo el tiempo de procesamiento que dedican estos motores a gestionar una gran cantidad de componentes que no son necesarios en proyectos tan específicos como este”. La pregunta evidente es para qué nos sirve ese tiempo de procesamiento que nos ahorramos. En palabras de Ángel Alda, “nos permite disponer de potencia extra para aumentar drásticamente la carga poligonal, lo que nos da margen para aumentar el realismo del entorno simulado, que sea visualmente indistinguible de la experiencia real”.

Control de precisión con los controladores de Oculus Rift

No es la única ventaja. “También nos permite calcular más fps (fotogramas por segundo), lo que proporciona una experiencia más agradable y reduce el cansancio al que se enfrenta un operador que esté mucho rato trabajando con un visor”, subraya De Rada.

Es precisamente esa experiencia de usuario la que ha representado el centro del diseño de interfaz propiamente dicho, pues el dispositivo elegido para la simulación, Oculus Rift, dispone de unos controles muy específicos a los que hay que adaptarse. “El problema de coger un objeto y manipularlo en el espacio tridimensional está ampliamente resuelto, pero aquí teníamos otro bastante más complejo, pues hay que cablear los componentes con una matriz de contactos del panel, lo que requiere un nivel de precisión más elevado”, explica De Rada.

Asistente virtual a la formación

La solución presenta el panel y los componentes delante del usuario y permite el mismo tipo de interacciones con ellos que en la vida real. Aunque a los lados se nos presentan materiales formativos y ‘guiones’, el mismo sistema evalúa el resultado, lo que añade a la simulación de la propia maleta la potencia de tener formación contextual, como tener un instructor a mano.

El entorno virtual nos presenta guiones de ejercicios y la información necesaria.

La forma en la que se evalúa el circuito creado por el usuario también es motivo de orgullo. “No se trata de un motor de reglas que decide si el circuito está bien evaluando qué está conectado con qué, sino que se simula el circuito eléctrico y se comprueba si el objetivo del ejercicio se ha cumplido, lo que permite resolver los ejercicios de muchas maneras, o incluso plantear circuitos diferentes, no previstos en los ejercicios, y ver cómo se comportan”.

La versatilidad del sistema es muy elevada y Ángel Alda nos confirma que el motor “permite simular entornos muy distintos” e incluso que tiene la capacidad de integrarse con otros sistemas para servir datos o hacer uso de los que tiene la solución con la que se integra.

Su uso actual, por otro lado, no por más mundano es menos potente: más allá de su objetivo inicial de sustituir a las maletas, la versatilidad y portabilidad del sistema permite a Schneider Electric dar a sus comerciales la oportunidad de realizar las formaciones, obteniendo un mayor conocimiento del producto de cara a su presentación a clientes, demostrando que la realidad virtual es, pese a su nombre, cada día más real en el mundo empresarial.

Imágenes: iStock/EvgeniyShkolenko / Schneider Electric /  Sngular

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