Banca abierta

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Banca abierta, el “despertador” de las entidades tradicionales

La banca abierta, conocida como open banking en inglés, es uno de los procesos de transformación empresarial más importantes de nuestro tiempo. Eso sí, es más una tendencia que un concepto ya definido. La fima de consultoría A.T. Kearny la describe como “el uso de API (interfaces de programación de aplicaciones) para abrir datos financieros de los clientes (con su permiso) a terceros, lo que permite a esas compañías crear y distribuir sus propios productos financieros”.

Las API son el puente tecnológico para poder emplear datos, protocolos y servicios provistos por terceros. Pero ese “puente” tiene una vertiente tecnológica y otra jurídica. Así, KPMG define las API como “un conjunto estandarizado de requisitos (un contrato) que rige cómo una pieza de software puede comunicarse con otra”.

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Esa comunicación es, al mismo tiempo, una forma de colaboración y competencia que tiene que desarrollarse dentro de un marco legal. En general, si no se aprueban normas específicas en el país en el que se desarrolla, esa relación puede producirse en los términos que ambas partes pacten, siempre que no se infrinja la ley.

Sin embargo, dada la importancia del fenómeno, en diferentes lugares del planeta se vienen promulgando normas específicas con el fin de regular la banca abierta. En la Unión Europea ha tenido mucha importancia una directiva de servicios de pago conocida como PSD2.

No obstante, nos encontramos ante un movimiento que requiere un tiempo para concretarse. Entre los aspectos que progresivamente se irán perfilando, encontramos el catálogo de servicios bancarios que forme parte de la banca abierta. De momento, se centra en servicios de pago, pero es previsible que se extienda hacia otros ámbitos del sector financiero.

Por otro lado, está la cuestión tecnológica. Hay que concretar protocolos que permitan el intercambio de información. También tienen mucha importancia los mecanismos para reconocer a los usuarios y, por supuesto, los orientados a mantener la seguridad y confidencialidad de los datos manejados.

¿Por qué se produce el movimiento hacia una banca abierta?

Las razones son, fundamentalmente, tres. En primer lugar, existe una cierta demanda por parte de los usuarios bancarios. Quieren nuevos servicios, formas más ventajosas para recibir los tradicionales y mayor poder de actuación con sus propios datos.

Sin embargo, ese deseo de los usuarios tiene aún límites más o menos imprecisos. De hecho, según una encuesta de YouGov publicada en agosto, casi tres cuartas partes de los británicos no habían oído hablar nunca de la banca abierta. Y fenómenos de desconocimiento semejantes se reproducen por todo el planeta.

Consultando las cuentas bancarias

En segundo lugar, la banca abierta también es una reclamación de las fintech. Y lo es por varios motivos, entre los que destacan dos: por un lado, el acceso a datos y protocolos de otras empresas, en especial de la banca tradicional, es muy importante para prestar sus servicios; por otro, creen que se generará un marco adecuado para favorecer su papel en la cooperación tecnológica y la innovación abierta.

Como veremos, los bancos tradicionales, especialmente los más grandes, lo ven desde otra perspectiva. En general, cuentan con un amplio rango de potencialidades, dada su experiencia en múltiples campos del ámbito financiero. En la banca abierta ven una oportunidad, no exenta de incertidumbres, para estar en contacto con soluciones innovadoras más rápidamente y con menores costes de lo que lo harían en solitario. Con la tecnología adecuada, esperan sacar partido a todo el bagaje que acumulan.

Son tres los ejes que marcan la llegada de la banca abierta: una cierta demanda por parte de los usuarios bancarios, el empuje de las fintech, que favorece que puedan prestar servicios de todo tipo, y el propio marco regulatorio del sector

El tercer factor de empuje es el regulatorio. En ese sentido, hay que tener en cuenta que pueden estar implicados en el desarrollo regulatorio de la banca abierta, entre otros, los bancos centrales, los organismos de defensa de la competencia, los encargados de la supervisión bancaria, los responsables de la protección de datos, las comisiones de valores, cámaras de compensación de pagos, etc.

Cada país tiene sus particularidades, y en los que existen mayores discrepancias en el enfoque entre los diferentes organismos es lógico que sufran un retraso en el despegue de la banca abierta. Por ejemplo, comparativamente, los Estados Unidos van algo más rezagados que los países de la Unión Europea.

Las grandes entidades tradicionales ante el desafío de la banca abierta

A tenor de las cifras que ofrece Accenture, 2018 es el gran año de la banca abierta. El 61% de los bancos a nivel global y hasta el 70% a nivel europea planeaban realizar este año sus inversiones más importantes orientadas hacia el desarrollo de la banca abierta.

En cuanto a la percepción, los grandes actores tradicionales del sector entienden la banca abierta como un desafío, incluso una amenaza y, al mismo tiempo, una gran oportunidad y un proyecto en marcha. Es un desafío porque implica relacionarse con nuevos competidores. Abre la puerta a las fintech, a las que personas como Gabriela V. Orille, directora global de Innovación de Andbank, califica como “los despertadores de la banca”.

Empoderamiento del usuario bancario

En esencia, los bancos ven un futuro en el que se van a encontrar con un volumen mayor de empresas fintech que van a ir señalando y aprovechando posibilidades de mejora, especialmente en lo que se refiere a experiencia de usuario. Pero los bancos tradicionales, en ese proceso de mejora del sector financiero, siguen teniendo un papel muy importante. Laura Brodsky (de Visa) y Liz Oakes (de McKinsey) remarcan que cuentan con la ventaja de ser un agente de confianza.

¿Hay margen para la mejora de las expectativas de su negocio? Probablemente, sí, al menos para los que sepan ofrecer las mejores respuestas a las necesidades de sus clientes. De hecho, Ross McEwan, jefe ejecutivo del grupo Royal Bank of Scotland, manifiesta que poder contar con toda la estructura de pagos de un cliente plantea una gran oportunidad sobre la base del reto de saber ayudar a que ahorre y tome mejores decisiones.

Los bancos tradicionales se muestran disconformes con el hecho de que otras industrias puedan acceder a los datos bancarios, pero ellos no tengan acceso a los datos relacionados con esas industrias. Ana Botín ha llegado a decir “nos gusta la competencia, pero lo que nos gusta es la competencia justa”

En lo que coinciden la mayoría de grandes bancos tradicionales es en ver la banca abierta como un proyecto en marcha, en el que poco a poco se van perfilando regulaciones y estándares. En ese sentido, José Manuel González Páramo, consejero ejecutivo de BBVA, reclama que se derriben barreras regulatorias al desarrollo de la banca abierta, especialmente las relacionadas con la armonización de las regulaciones entre distintos países y sectores. Al mismo tiempo, expresa su disconformidad con el hecho de que otras industrias puedan acceder a los datos bancarios, pero la banca no tenga acceso a los datos relacionados con esas industrias.

En la misma dirección, Ana Botín, presidenta de Banco Santander, lo resume en la siguiente sentencia: “nos gusta la competencia, pero lo que nos gusta es la competencia justa”.

¿Cómo cambia la banca abierta la experiencia de los usuarios?

Según la Asociación Bancaria Europea, se transita de una banca centrada en los servicios e instrumentos financieros a una clientecéntrica.

Ese camino viene reclamando dos pasos previos: la creación de canales de atención continua a los que el cliente pueda recurrir en cualquier momento (incluso alternándolos con los canales tradicionales de atención física) sin merma de servicio y el reenfoque de la estrategia bancaria para situar la atención, precisamente sobre el cliente y no tanto sobre los instrumentos y servicios financieros.

La banca abierta sería el punto de llegada de ese proceso. Con ella las empresas del sector financiero no solamente centran su estrategia en la atención de las necesidades del cliente, sino que además le permiten tener un mayor control de todas las operaciones.

Por ejemplo, de acuerdo con un experto mencionado en el informe Open banking. A consumer perspective, el cliente va a dejar de tener que ir realizando comparaciones a través de sitios web, esperando respuestas, buscando las mejores opciones de contratación. Una app gestionará todo de forma mucho más automática. El cliente será quien ponga las reglas para gestionar su dinero, con independencia de las entidades con las que tenga que contratar.

El cliente es, en suma, el principio y el fin de un proceso que le reclama como protagonista. A través de su empoderamiento, se pretende mejorar los procesos bancarios, abrir nuevas aplicaciones al enorme capital de conocimiento que atesoran las entidades tradicionales y estructurar un cauce en el que nuevas empresas innovadoras tecnológicamente puedan desarrollarse.

Imágenes| iStock

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