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¿Trabajas en un edificio ‘enfermo’? Así afecta a tu salud

Vivimos preocupados por la contaminación del aire en las ciudades y solemos creer que en espacios cerrados como las oficinas estamos a salvo, pero no es así. En las últimas décadas, los edificios destinados a albergar numerosos puestos de trabajo han sufrido importantes cambios derivados de la ingeniería y la arquitectura más modernas.

Normalmente grandes plantas diáfanas y funcionales, sí, pero sin luz natural, con sistemas de ventilación y climatización artificial que neutralizan la temperatura exterior, un aire viciado, materiales sintéticos… Estancias llenas de corriente electroestática y señales electromagnéticas por el wifi o la carga inalámbrica.

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Todos estos factores afectan a la salud y están detrás del llamado ‘síndrome del edificio enfermo’, que se da cuando, en un edificio determinado, más personas de lo normal -generalmente más del 20% de sus ocupantes- manifiestan tener una serie de síntomas inespecíficos, pero bien definidos, que desaparecen paulatinamente al abandonar ese lugar. Ya en 1982 la Organización Mundial de la Salud (OMS) se refirió a este síndrome como un “conjunto de molestias y enfermedades originadas o estimuladas por la mala ventilación, la descompensación de temperaturas, las cargas iónicas y electromagnéticas, las partículas en suspensión, los gases y vapores de origen químico, y los bioaerosoles, entre otros agentes causales identificados”.

Tradicionalmente asociado a las construcciones antiguas, este síndrome es mucho más habitual en las modernas y herméticas. Y es más común de lo que en un principio pudiera pensarse, pues, según estimaciones de la OMS, al menos el 30% de los edificios nuevos o remodelados están ‘enfermos’. Entre ellos no solo se encuentran oficinas, sino también escuelas, centros comerciales e incluso viviendas.

Principales síntomas

Los principales síntomas de este síndrome son irritación y picor de ojos, nariz, oído, paladar y garganta; dolor de cabeza; síntomas alérgicos (estornudos, taponamiento, lagrimeo); náuseas, mareos y vértigo; resfriados e infecciones respiratorias; sinusitis; erupciones cutáneas; cansancio y fatiga; hipersensibilidades; y asma y respiración dificultosa.

Además de todo este abanico de síntomas, existe una enfermedad que se produce en el contexto de un edificio ‘enfermo’: la lipoatrofia semicircular. Esta se caracteriza por una pérdida de tejido graso bajo la piel, de forma semicircular y que dibuja manchas u hoyuelos a nivel de glúteos y muslos, debido a la exposición a campos electromagnéticos, electricidad estática y a la falta de humedad.

En España, esta fue una de las principales afectaciones sufridas a principios de los 2000 por trabajadores de la Torre Agbar de Barcelona, por ocupantes del edificio de Gas Natural ubicado también en la capital catalana y por empleados de la sede central de Telefónica en Madrid.

Si bien todo este conjunto de síntomas no son severos y son reversibles, constituyen indudablemente una causa importante tanto de un bajo rendimiento laboral, como de un elevado absentismo por parte de quienes los padecen.

Medidas de prevención

Para velar por que el trabajador esté en las mejores condiciones y su salud y productividad no se vean afectadas, debería ser prioritario tomar una serie de medidas. Según higienistas industriales, en la mayor parte de las construcciones realizadas en los últimos años se han primado valores como la eficiencia, la comodidad o el confort térmico, por encima de conceptos como la calidad del aire interior, cuando la mala calidad del aire -por la gran cantidad de contaminantes de diversa procedencia que hay en tales construcciones- es el principal causante del ‘síndrome del edificio enfermo’.

Así, como recomendaciones básicas, para prevenirlo y combatirlo se hace necesario instalar en las oficinas sistemas de ventilación que permitan generar un aire interior limpio; realizar limpiezas periódicas de los conductos de ventilación y climatización; mantener una temperatura y humedad relativa adecuadas; así como instalar una iluminación que evite el exceso de brillo o los reflejos, que provocan trastornos en la visión.

Además, es conveniente utilizar tomas de tierra o plantas para reducir la electricidad estática; controlar los niveles de ruido porque valores muy altos pueden generar estrés o fatiga; y limpiar regularmente alfombras, moquetas y otras superficies susceptibles de acumular contaminantes.

En cualquier caso, lo ideal sería ir al origen para hallar la solución y que equipos de expertos multidisciplinares en esta cuestión pudieran sentarse juntos para mantener un debate de calado sobre cómo construir edificios que eviten daños innecesarios en la salud de sus ocupantes.

Imágenes | dylan nolte | Alex Kotliarskyi | Sean Pollock

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