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¿Y si fuésemos una “cosa” conectada más en el trabajo?

Three Square Market, este es el nombre de la empresa estadounidense que hace unas semanas se lanzaba a implantar un chip a sus trabajadores. ¿Es una empresa visionaria que sabrá abrir un camino lleno de oportunidades o la que ha abierto la caja de Pandora?

Las ventajas de tener a los trabajadores conectados con un chip

Un chip implantado es una alternativa que puede ofrecer algunas ventajas importantes. Veamos algunas de las principales.

Se facilitarían algunas tareas

El chip permite agilizar determinadas labores. Gracias a él, sería muy sencillo identificarse para tener acceso a múltiples recursos laborales. Y lo mismo sucedería con los registros de actividades.

Por ejemplo, si unos determinados papeles tienen el carácter de confidenciales y solamente pueden acceder a ellos determinados trabajadores, el chip puede facilitar su rápida identificación y registro.

Los empleados como fuente de información

Los empleados podrían convertirse en una fuente muy valiosa de datos. A su paso por determinados receptores, que les darían acceso a diferentes funcionalidades, los trabajadores ejecutarían determinadas acciones, que podrían ser registradas.

Empleados como fuente de información

Aunque ya se puede hacer por otros medios (incluso a través de registros manuales), el chip nos podría ayudar a identificar quién saca una fotocopia, a qué hora, de qué documentos, en qué fotocopiadora, etc. Y lo mismo podría hacerse con cualquier otra acción: desde tomar un café hasta pasar por una determinada estancia de una oficina.

Podríamos conocer mejor cómo ejecutan los trabajadores sus actos y descubrir patrones ocultos hasta ahora. Sería más fácil saber qué acciones tienen un papel más decisivo en la generación de cuellos de botella y también las que más fluidez dan al trabajo.

El apoyo a la automatización de procesos

El chip podría ser un elemento que contribuya a la transmisión de información necesaria para la automatización de procesos. Por ejemplo, si tenemos una puerta que solamente se debe abrir si quien quiere pasar está acreditado, el chip transmitiría la identificación pertinente y la puerta se abriría.

Automatización de procesos

Más interés incluso tendría en los procesos automáticos que se basan en una regulación continuada en función de las circunstancias. Por ejemplo, nos podemos imaginar un chip que detecte el sudor para bajar la calefacción en un despacho o para encender el aire acondicionado.

Los problemas éticos, de intimidad y de control de la voluntad

El primer problema es el del control de la voluntad. Sí, el trabajador puede rechazar que se le implante, pero ¿cuál sería su futuro laboral? Aunque se establezca una legislación que prevenga las conductas intimidatorias del empleador, el hecho es que quienes reciben el implante tendrán un acceso más rápido y sencillo a toda clase de recursos laborales. Los que, en uso de su libertad, se nieguen, podrían quedar muy rezagados.

A partir del momento de la implantación, surge el problema de pérdida del control por parte del trabajador. Por ejemplo, los sistemas que se regulen automáticamente lo harían en función de la información enviada por el chip, no por requerimiento del empleado. Ya no tendrá que detenerse tantas veces a pensar qué elegir, pero, en contrapartida, perderá posibilidades de elección, ya que los sistemas automáticos lo harán por sí mismos.

Toma de decisiones empresariales

También hay una importante cuestión relacionada con la intimidad. Por un lado, pocas cosas tenemos más íntimas que nuestro propio cuerpo, donde se debería implantar el chip. Por otro, el chip podría llegar a monitorizar continuamente nuestra vida laboral: todo lo que hacemos y lo que no.

De momento, parece que el chip implantado puede ser demasiado drástico. La solución puede pasar por los wearables que, además de ponibles, son quitables. En todo caso, nos queda un largo camino de cambios para determinar cuándo es aceptable y positivo y cuándo pesan más las desventajas. Previsiblemente, se irán difundiendo con fuerza en las situaciones y contextos en que podemos sacar mayor provecho con la mínima conflictividad.

Por Gonzalo García Abad

 

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