Empresa

Patricia, Abel y Andrés, una nueva vida laboral gracias a la tecnología

Puede sonar a chiste (o más bien a broma pesada) pero es una realidad: un país con la tasa histórica de paro de España, entre las más elevadas siempre de la OCDE, tiene al mismo tiempo cientos de miles de puestos tecnológicos sin cubrir. Es un desfase del que nos advierten una y otra vez los analistas y los especialistas en contratación y que pone en peligro la competitividad futura del país y de las empresas.

Un informe de Randstad avisaba hace ya un tiempo de que en 2020 faltarán casi dos millones de profesionales cualificados en las llamadas materias STEM (acrónimo en inglés de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas). En el sector informático, la discrepancia entre la demanda y la oferta de profesionales se calcula en unas 800.000 personas. 

Se busca personal para digitalizar España: ¿y si el dinero no es el principal problema para acometer la transformación digital?

Este problema hace que muchos proyectos de transformación digital no se estén afrontando o, cuando menos, no se estén llevando a cabo debidamente. Además, la falta de formación en estas materias condena al país a seguir viviendo de actividades de bajo valor añadido, y, por lo tanto, con bajos márgenes comerciales y bajos sueldos.

¿Cómo se puede explicar esta disfunción? En España, ha habido un divorcio histórico entre la universidad y lo que quiere el mercado en cada momento. Además, la Formación Profesional no ha acabado de despegar como cantera para esa legión de técnicos intermedios que necesitan las compañías.

Asimismo, las carreras técnicas han ido perdiendo atractivo entre los jóvenes y se calcula que, en la última década, se han reducido en un 30% las matrículas en ingenierías. Tampoco ayuda que las mujeres, que suponen la mitad de la población, sigan sin contemplar un futuro profesional vinculado al mundo de la informática o la digitalización. En cualquier clase de ingeniería informática, las chicas no pasan del 10% del alumnado.

Y, por último, tampoco ha habido mucho trasvase de profesionales de otros sectores al mundo digital. Lo de “trabajar en lo mío” sigue siendo un mantra paralizante que limita las posibilidades de muchos españoles, al contrario de lo que ocurre en otros países.

Sin embargo, no todo son malas noticias. Para la redacción de este reportaje hemos hablado con tres jóvenes que en un momento determinado recondujeron su carrera profesional y encontraron en el mundo de las nuevas tecnologías un terreno para crecer. Son millennials pragmáticos que cambiaron y ganaron en estabilidad y perspectivas. Ojalá cunda el ejemplo.  

Patricia, el arte del Cobol

Patricia Pascual (33 años) tenía una carrera muy orientada al mundo de las letras. Hizo Historia del Arte y luego un Máster en Estudios Avanzados de Museos, además de otro en Formación de Profesorado. Sin embargo, y a pesar de tantos cursos, a Patricia no le daba para tener un sueldo con el que independizarse, y pasaba su vida pluriempleada, trabajando como dependienta en una tienda y enseñando museos a niños de la Comunidad de Madrid los fines de semana.

Por eso un buen día se apuntó a una oferta de empleo en que daban formación gratuita en programación (Java o Cobol) y posteriormente un contrato en la empresa Coritel. “Me parecía atractivo el hecho de tener un trabajo de oficina de lunes a viernes y poder contar con los fines de semana libres”, recuerda Patricia.

Con el paso del tiempo, fue cambiando de compañías y ahora trabaja en Sopra Steria. Patricia ha encontrado la estabilidad que buscaba trabajando con “gente muy diversa”: filólogos, geólogos, biólogos, matemáticos o estadísticos. Eso sí, reconoce que sus orígenes en las letras le han pasado factura en algún momento en forma de queja de algún compañero.

A Patricia le han echado en cara su “intrusismo laboral” o le han llegado a decir que no merecía una subida de sueldo por no tener la formación adecuada. También alguien le espetó: “Has estudiado una carrera con la que te comiste los mocos y ahora te aguantas”. Pero al final, como ella misma defiende, las ganas y el interés ponen a cada uno en su sitio, más allá de la titulación.

Abel, de periodista a desarrollador

Abel acaba de llegar a la treintena. Hace siete años se licenció en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y llegó a trabajar “en uno de los principales diarios de España”, aunque no como redactor, sino como diseñador y maquetador. Sin embargo, el giro de los medios a internet le llevó en un momento dado a empezar a formarse en diseño web. “Era un paso natural para mí”, explica. Más tarde, el hecho de quedarse sin trabajo en el periódico hizo que apostara “todas las cartas al desarrollo web”.

Ahora hay muchos cursos intensivos o bootcamps que enseñan, partiendo desde cero, lo mínimo para empezar como programador web, pero cuando Abel entró en este mundo no era así, por lo que su progresión fue más lenta. En su etapa de desempleado aprendió los rudimentos mediante tutoriales de internet, y luego fue haciendo cursos de más duración, normalmente presenciales. “Intentaba priorizar los cursos gratuitos, orientados a desempleados o similares, porque no estaba seguro de si el mundo de la programación se me iba a dar bien o ni siquiera si me iba a gustar”.

La última experiencia formativa de Abel ha sido gracias a un programa de becas de Generation, fundación de la consultora Mckinsey, y Microsoft. Ahora Abel trabaja en una de las primeras empresas de tecnología de capital español, como “desarrollador front-end” y diseña páginas para diferentes clientes y escribe código en HTML, CSS y JavaScript.  

El caso de Abel en el mundo del desarrollo web no es único. “Conozco varios casos de gente con estudios de otras áreas, desde ingeniería aeronáutica o telecomunicaciones a filología, que, ante la falta de alternativas profesionales, han decidido formarse en el desarrollo web. Yo incluso se lo he recomendado a alguna persona cercana que se encuentra en situación de precariedad laboral o directamente sin trabajo”, cuenta este joven. Eso sí, Abel recomienda que los que se adentren en este mundo vayan con interés porque requiere una buena inversión en horas de estudio.

Andrés, en servicios informáticos

Andrés (el nombre es ficticio, para preservar el anonimato del protagonista) viene de las ciencias sociales. Eso sí, aunque estudió Empresariales, pronto redirigió su carrera a la informática. Primero hizo un curso en SAP Financials, el módulo financiero de la plataforma de gestión de SAP, y también se inscribió en un curso online del MIT de introducción al lenguaje de programación Python, uno de los que más de moda ha estado en los últimos años.  

Andrés reconoce que la gusta la programación y que por eso no le fue difícil entrar en este mundo viniendo de Empresariales. Ahora trabaja en la filial en España de una de las primeras empresas de servicios informáticos del mundo. Allí es responsable técnico en un proyecto global y “design authority” a nivel interno. Eso le lleva a gestionar en estos momentos un equipo de 25 personas.

A pesar de la carga de responsabilidad, Andrés aconseja a los más jóvenes ir en esta dirección. Aunque reconoce que hay que tener un poco de suerte: “Es un sector muy difícil que va en función de proyectos y, dependiendo de en cuál caigas, te puede ir mejor o peor, en volumen de trabajo, aprendizaje o ambiente laboral”. Él, por si acaso, dice que ha tenido la fortuna de coincidir “con grandes profesionales y buenos proyectos”.

Imágenes | iStock

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