Empresa

Así influyen los sesgos de percepción a la hora de valorar tu empresa

Las empresas españolas son optimistas respecto a su futuro, según la Cámara de Comercio de España, pero se muestran pesimistas acerca del porvenir del resto de compañías. ¿A qué sesgos responde esta disparidad? ¿Por qué los empresarios tienden a sobrevalorar la capacidad de su propia empresa y minusvalorar la ajena?

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Esta encuesta, realizada a 2000 empresas, señala que casi 9 de cada 10 temen una recesión económica. A la vez, al menos el 40 % de las empresas consideran que el año que viene tendrán un buen año. ¿Qué significa esto para el análisis económico y las previsiones? ¿Somos objetivos con las organizaciones que dirigimos? ¿De dónde vienen los sesgos empresariales?

Pesimismo generalizado por la energía

El pesimismo de los empresarios españoles es, según el ‘Estudio sobre Clima Empresarial’ (2022) de la Cámara de Comercio de España, una tendencia común. No importa el sector o el tamaño de la empresa, aunque el pesimismo hace aún más mella en las que tienen de seis a 10 empleados.

La energía, y su coste, que lleva aparejada un encarecimiento de precios de materias primas, está en el centro del malestar socioeconómico. El 80,8 % de las empresas señalan este encarecimiento como la dificultad más importante. Le siguen la escasez de materias primas y problemas de abastecimiento (42,6 %). Este análisis sí parece ser coherente con lo que ocurre en los mercados.

Aunque menos relevantes, también preocupan el incremento de los costes laborales (34,3 %), la elevada presión fiscal (31 %), la escasez de mano de obra (24,8 %), la escasez de la demanda (20,1 %), los problemas de liquidez (12,7 %) o la morosidad en el cobro (12,6 %). Es importante destacar que son elementos subjetivos, un estudio sobre la percepción de los riesgos, no los riesgos en sí.

Disonancia empresarial: sesgos para sobrevalorar la capacidad de su empresa

Sorprende que en un clima marcado por el pesimismo, la mayoría de los empresarios tenga buenas expectativas para su actividad de cara a 2023. Por actividades: ventas en el extranjero (+25,5 %), adquisiciones de suministros en el mercado internacional (+6,4 %), contratación de personal (+1,8 %), adquisición de suministros en España (+1,4 %), ventas en España (+0,9 %) e inversiones (−0,3 %), la única negativa.

Más aún cuando, al analizar el clima general de la economía española, las valoraciones son muy desfavorables: empleo (−23,5 %), actividad económica (−36,1 %), inversión empresarial (−42,4 %), condiciones y acceso a financiación (−53,5 %), consumo (−54,9 %), costes energía y materias primas (−56,6 %), costes laborales (−61,2 %) y precios de consumo (−71,6 %).

Si las empresas prevén una evolución de la economía en 2023, ¿a qué se debe que estimen buenas expectativas para sí mismas? Si prevén menos ventas, ¿por qué estiman que crecerán? Si esperan más costes laborales, ¿por qué piensan que seguirán contratando en positivo? La disparidad es particularmente importante en el apartado de ventas. ¿Dónde está la explicación a todo ello?

Percepción de riesgos: ¿se analizan bien?

Cuando se pregunta a los empresarios sobre los riesgos —a diferencia de los retos, presentes, los riesgos son futuribles que quizá no se materialicen— estiman que los precios de la energía (68,8 %), la subida de los tipos de interés (39,6 %), la guerra de Ucrania (31 %), las tensiones geopolíticas (25,5 %) o las cadenas de suministro (23 %) destacan sobre el resto de factores hipotéticos.

La preocupación por una posible recesión es elevada en todos los segmentos de empresa analizados, de todos los tamaños y en todos los sectores, y es relativamente optimista ante posibles soluciones como la instalación de energía renovable nacional para hacer frente a la dependencia energética exterior, aunque no creen que los fondos Next Generation sean demasiado útiles para transformar y modernizar la estructura productiva de la economía española.

Los riesgos analizados como percepción por parte de la Cámara de Comercio tienen en cuenta, como no podía ser de otra forma, las noticias periodísticas más frecuentes, con el foco en el binomio guerra-energía, aunque dejan de lado otras que hacen menos ruido como los cambios de hábitos de los consumidores, el desplazamiento de la economía hacia lo digital o los productos sustitutivos.

¿Por qué valoramos mejor nuestra empresa que las otras?

Pregunta en tu entorno “¿Te consideras más inteligente que la media?” y apunta en un papel los síes y noes. Después de varias decenas de respuestas, verás que la muestra está sesgada: la mayoría de la gente se considera más inteligente que la media, una imposibilidad estadística. Exactamente el mismo mecanismo sesgado aparece en la valoración de las empresas.

Las empresas tienden a considerar que la economía en su conjunto irá peor que la situación de su empresa, o pensar que su empresa irá mejor que la economía. Sabiendo esto, resulta imprescindible moderar las previsiones futuras de ventas, contratación y crecimiento a futuro, estableciendo valoraciones más realistas y, a ser posibles, estandarizadas.

Aunque aún subjetivo, un análisis DAFO puede ayudar a encontrar debilidades y retos no considerados a priori a la hora de proyectar el crecimiento de la empresa. Asimismo, el plan de negocio ha de tener en cuenta los últimos estudios de mercado para ponderar de forma más realista las capacidades de la empresa en el nuevo escenario.

Debido a los sesgos con los que se analiza la propia empresa, es muy probable que lo que se percibe desde dentro como un caso de éxito empresarial sea la norma del sector o, peor, que se esté rezagado respecto a la competencia pero sin percibirlo. El estudio de la Cámara de Comercio demuestra que el grueso de las empresas no es realista a la hora de evaluar su empresa o el futuro del país.

Imágenes | Benjamin Davies, Cristofer Maximilian

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