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El ‘low-code’ democratiza el desarrollo de ‘software’ en las empresas

Aunque cada vez más se acortan los tiempos y los recursos necesarios para que las empresas creen de la nada una app o construyan una solución para gestionar cualquier proceso de negocio, la programación es un mundo ciertamente engorroso. Las llamadas técnicas agile, donde el trabajo de desarrollo se divide en equipos que colaboran y donde las soluciones evolucionan al paso de las necesidades, han mejorado mucho las cosas, pero fabricar software sigue siendo una actividad bastante compleja técnicamente, muy de prueba y error. Y muchas veces está abocada al fracaso. 

La metodología Agile está de moda, pero también de actualidad. Cada vez más autónomos, pymes y grandes empresas dedican sus esfuerzos a seguir alguna de las pautas que promueve este tipo de filosofía del trabajo que, además de un trabajo más fluido, promete una mayor innovación. Podemos comparar innovación con un sorteo: a más boletos, más probabilidades de que toque. Por cómo funciona la metodología Agile, es más probable que proyectos viren antes hacia la innovación que siguiendo métodos tradicionales. ¿Buscas ser realmente innovador? Primero sé Agile. Las metodologías Agile en los procesos de innovación Piensa en tu último proyecto. La redacción de una campaña de marketing, el diseño de un puente, la selección de personal para una vacante, etc. Las técnicas tradicionales –en su momento hablamos del diagrama de Gantt cuando hablamos de llevar Agile a tu empresa– son rígidas aunque relativamente fiables a corto plazo. Pero a largo nos interesa innovar. En el mundo de la innovación buscamos flexibilidad e iteración, un concepto que fuera de la ingeniería resulta difícil de encontrar. Iterar, en este escenario, consiste en mejorar en cada “vuelta” o revisión un trabajo concreto. • En el ejemplo de la redacción de marketing podemos establecer una primera aproximación al cliente. • Si diseñamos un puente, probablemente el primer modelo lo descartemos con mejoras de materiales o técnicas posteriores. • Si trabajamos en RRHH, haremos primero una primera ronda filtrando, por ejemplo, por los idiomas que saben los candidatos. En cada nuevo ciclo mejoramos un aspecto del proyecto. Ya sea el diseño de un producto o un proceso. Y en cada iteración tenemos más oportunidades para, primero, equivocarnos y, segundo, aprender e innovar. La metodología tradicional elimina posibilidades de innovar Pensemos en qué ocurriría si cualquiera de los proyectos los llevamos a cabo con la metodología tradicional. Aunque de manera interna testamos el proyecto de vez en cuando si percibimos fallos, estos suelen detectarse en la última etapa, con el producto terminado. Eso supone un coste enorme porque, de haber un fallo al inicio del proyecto, este hace perder buena parte del tiempo invertido a posteriori. Volvamos a ese diseño del puente en el ámbito de la ingeniería. Diseñarlo entero y entregarlo al cliente es una opción, pero ni es flexible ni nos interesa. En su lugar, realizamos primero una aproximación al terreno y pasamos al cliente, por ejemplo, los planos de los apoyos. Dónde el puente toca con el suelo. Esto es relevante porque hay factores que como ingenieros no vemos. ¿Y si hay cierta parcela de suelo que no podemos tocar? Podemos encontrarnos a final del proyecto con un diseño impoluto que no podemos usar. O, peor, un puente construido que haya que demoler. Sin embargo, las entregas parciales y el trabajo en equipo no solo minimizan las pérdidas económicas. También nos ayudan a encontrar soluciones alternativas con las que hacer descubrimientos. Es decir, innovar. Ponemos el ejemplo del puente es porque hacia 1850 el número de accidentes ferroviarios por fallo de seguridad en puentes era abrumador. Estas estructuras se construían rápido y a menudo a partir de un diseño original sin cambios. Hasta que llegó Bollman y su “viga” (arriba y abajo). Bollman empezó a hacer pequeños cambios en sus diseños y a iterar: No solo consiguió mejorar la seguridad del transporte ferroviario (comparémoslo ahora a la seguridad informática de aplicaciones), sino que abarató el diseño y consiguió buena parte de los contratos de las vías. Gracias a replantearse continuamente su propio proyecto (el diseño de la “viga”) se convirtió en un empresario innovador. Cómo ayudar a tus clientes gracias a la innovación y a Agile El proceso iterativo y descubrir el error a tiempo son factores comunes a todas las disciplinas Agile (Scrum, Kanban, Lean, Extreme Programming…). En este proceso, el cliente es uno de los puntos clave, y necesitamos de su participación. En la metodología tradicional el cliente esperaba con los brazos abiertos al final del proyecto. Esto, por supuesto, implica problemas como que el acabado no se ajuste al enfoque. O que no cumpliese las expectativas que el cliente había imaginado. Eso ocurre menos con los métodos Agile. El cliente forma parte casi integral del equipo de trabajo y, lejos de ser un Pepito Grillo molesto (seguro que puedes visualizar algún cliente que se adecue a la descripción), aporta datos interesantes para alcanzar un objetivo innovador. Esto significa que ayuda a localizar errores, incluye sus propias ideas y ayuda a dirigir el proyecto a buen término. Esto no encaja con cómo se trabajaba antes. Para empezar, la comunicación entre cliente y proveedor ha de ser cuanto más fluida mejor. A esto hay que sumar que el cliente ha de tener cierta comprensión del proyecto y no delegarlo a ciegas. También que el cliente pasa a ser parte del error cuando este se detecta. Este error ya no está “aguas arriba” en el organigrama, y ambas partes se esfuerzan en solucionarlo. Esto cambia por completo la mentalidad de trabajo tradicional, pero lo cierto es que llevamos viéndola una década. Pensemos en las aplicaciones móviles. Al principio muchas de ellas era sencillas pero, gracias a sus usuarios (un tipo de cliente) han sido capaces de incorporar nuevas funcionalidades. No es aplicable en todos los modelos de negocio –desde luego no en puentes– pero en el caso de desarrollos de software se puede incluso lanzar un producto antes de que esté terminado al 100% del proyecto. Por ejemplo, mediante un piloto con usuarios seleccionados como testers. La metodología Agile ayuda, paso por paso, a descubrir qué es innovar en cada iteración. Imágenes | iStock/BrianAJackson, iStock/jazz42, Gutenberg.org, iStock/Vasyl Dolmatov

¿Buscas ser realmente innovador? Primero sé Agile

Según un informe de IDG, en España un 12% de los proyectos de desarrollo que solicitan las grandes empresas al departamento de informática o a terceros nunca se ejecutan, mientras que un 13% queda sin terminar y un 21% se pone en marcha, pero no llega a estar a la altura de las necesidades. En fin, el desarrollo de aplicaciones y programas es frustrante.

El mismo estudio de IDG asegura que en Europa las grandes empresas suelen hacer, por término medio, 230 solicitudes de desarrollo de aplicaciones al año, y la mitad de ellas acaban en un cajón o en la basura. En gran parte de los casos, la falta de personal cualificado tiene la culpa de que estos proyectos no salgan adelante. Las empresas tienen exprimidos a sus equipos de informática. Muchas veces no tienen tiempo sino para mantener los sistemas existentes y no pueden dedicarse a innovar.

Un juego de arrastrar y soltar

Pero ¿qué diría un director de informática que no puede abordar la transformación digital de su compañía por falta de recursos y un buen día se encuentra con que todos los empleados son capaces de hacer desarrollo de software? Es de suponer que se pondría muy contento y sentiría un gran alivio. Pues bien, en cierta medida eso es hoy posible gracias al low-code.

El término es relativamente reciente. Lo acuñaron dos analistas de Forrester, Clay Richardson y John Rymer, en un informe publicado en 2014. En esencia, low-code remite a plataformas que permiten construir aplicaciones de una manera muy intuitiva y donde el desarrollo de código es mínimo.

Estas plataformas tienen una interfaz visual potente y los elementos vienen preconfigurados. Solo hay que arrastrarlos y soltarlos (lo que los ingleses llaman “drag and drop”). Además, el sistema facilita los conectores para que las partes funcionen, o incluso para que se entiendan con soluciones de terceros.

El low-code supone pues la democratización del desarrollo de software, que ya no tiene que depender de expertos, sino que puede ser asumido por cualquier empleado en la empresa, y sobre todo por aquellos que mejor conocen el negocio y por tanto la forma de interactuar con los clientes. Se podría decir que las plataformas low-code son la versión adulta de los intuitivos lenguajes de programación con los que muchos niños están dando sus primeros pasos en el mundo del software, como Scratch o Tynker.

De todas formas, no hay que confundir los entornos low-code con los No-Code. Los primeros suelen requerir ciertos ajustes a nivel de código para personalizar los proyectos. Por esta razón, en el universo low-code casi siempre es necesaria la asistencia técnica del personal informático de la empresa o de una firma externa.

Facilidad, rapidez, escalabilidad…

En todo caso, los expertos destacan las múltiples ventajas del low-code para las empresas, y hablan de facilidad (la inversión inicial en formación, configuración y despliegue es mínima), rapidez (permite lanzar aplicaciones en minutos, y no en meses) y la escalabilidad (se pueden adaptar las soluciones a un número creciente de usuarios y de emplazamientos geográficos).

En los últimos años han surgido muchas plataformas que facilitan el desarrollo de aplicaciones low-code en las empresas. Una de las últimas proviene de la mismísima Google, y se llama Google App Builder, muy orientada a la creación de apps para smartphones. Las plataformas low-code suelen tener versiones gratuitas, y en las versiones de pago los precios suelen partir de 9 o 10 euros por usuario y mes.

Además de Google App Builder, otras plataformas muy recomendables son las de OutSystems, que viene cargada de funcionalidades; Kissflow, que elimina completamente la necesidad de escribir código; Appian, muy usada para entornos móviles; o Zoho Creator, uno de los líderes del mercado, pero que, eso sí, no tiene soporte para integrar aplicaciones de terceros.  

Imágenes | iStock.com/Scyther5 / iStock.com/Z_wei / iStock.com/Gorodenkoff

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