Empresa

El gran contrasentido de prescindir de los profesionales séniores en una sociedad que envejece

Hay un problema de escasez de mano de obra en algunos sectores productivos. Y, en general, no sobran los trabajadores cualificados que conozcan bien su oficio y tengan experiencia. Sin embargo, aunque es paradójico, muchas empresas se niegan a contratar a los llamados profesionales séniores (por encima de 45 años). 

Ni la sociedad, ni las compañías se pueden permitir prescindir de estas personas experimentadas solo por la edad que figura en su DNI. Ha llegado la hora de poner fin al edadismo o discriminación por edad en el trabajo.

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El envejecimiento de la población activa

La sociedad española ha envejecido mucho en las últimas décadas, y eso se nota en el mercado de trabajo. Las cifras dan vértigo. Según el informe #TuEdadEsUnTesoro, presentado por la Fundación Adecco en junio, casi la mitad de las personas que están trabajando o lo buscan en España, un 48 %, tiene 45 años o más. Hace una década, los séniores por encima de esta edad eran un 36 % del total. Y en 2030, en nada más que ocho años, supondrán nada menos que el 60 % de la población activa

El imparable envejecimiento demográfico está motivado en España por una natalidad en mínimos históricos (1,1 hijos por mujer) y una esperanza de vida récord (83 años). Y se traslada al mercado de empleo, lo que da como resultado una fuerza laboral cuya media de edad ya alcanza los 43 años. En 2026 llegará a los 50, según previsiones del Instituto Nacional de Estadística (INE).

A partir de ahí, aparece la gran paradoja. A pesar de que las personas séniores tienen un peso creciente en el mercado laboral, su búsqueda de trabajo se torna mucho más difícil que para el resto de los desempleados. Así, casi un 60 % de los mayores de 45 años que buscan empleo son parados de larga duración, mientras que la media es del 47 %. 

A día de hoy, algo más de 1,3 millones de séniores en España se las ven y se las desean para tener una entrevista de trabajo, entrar en un proceso de selección y ser elegidos. Es una discriminación que, además, se vuelve más lacerante si se trata de mujeres. Puesto que ellas suelen dedicarse a tareas con menor reconocimiento social y muchas veces se han retirado antes de la vida activa por la asunción de cargas familiares. 

Los prejuicios tras el edadismo 

Muchas empresas y responsables de personal son víctimas de prejuicios y estereotipos que les llevan a desechar a personas con una experiencia valiosa. Uno de ellos es pensar que un sénior, por el hecho de serlo, tendrá competencias obsoletas. También existe la creencia de que es difícil que encaje en una plantilla más joven o que dispondrá de menos flexibilidad para viajar y hacer horas extra.

El edadismo, del inglés ageism, está instaurado en todos los niveles y estructuras sociales. Y otros tópicos que lo alimentan son estimar que un profesional veterano tendrá menos fuerza física y menos interés por trabajar y aprender. O que será más caro y conflictivo. 

Desde la Fundación Edad&Vida, que elabora estudios en colaboración con el Ministerio de Trabajo para analizar el estado del envejecimiento en las empresas españolas, echan por tierra estas ideas preconcebidas. Aseguran que los trabajadores más mayores se adaptan al cambio y a la formación de la misma manera que lo hacen los más jóvenes. Y destacan que los veteranos son claves a la hora de transmitir conocimiento e introducir a los profesionales más noveles en la cultura y los procesos empresariales.  

Un “profundo contrasentido”

Prescindir de los trabajadores más experimentados supone un “profundo contrasentido” para Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco. Afirma que hay que luchar para evitar su exclusión, y, más aún, para “reconocerles como indiscutibles agentes activos de crecimiento y desarrollo de la sociedad, siendo su participación en todas las esferas sociales, y particularmente en el empleo, esencial para un futuro sostenible y competitivo”.

En opinión de Mesonero, hay cuestiones fundamentales en juego. “El empleo de los mayores de 45 años debe considerarse un asunto de Estado, un elemento crítico para que nuestro estado de bienestar sea sostenible en el tiempo. De hecho, España no podrá mantener su posición competitiva global sin la fuerza laboral sénior”, señala. 

Recomendaciones para luchar contra el edadismo

Para combatir el edadismo y lograr una buena simbiosis entre juventud y experiencia en las compañías, los expertos recomiendan a las empresas tener un mapa detallado de sus plantillas, con la distribución por edades, esfuerzos y competencias. En este punto, es esencial valorar las capacidades de cada persona, más allá de su edad. 

Por otra parte, es aconsejable promover la relación intergeneracional, porque los estereotipos también funcionan en sentido contrario. Son muchos los mayores que piensan que un joven, por el hecho de serlo, tiene un serio problema en el entorno laboral. 

El edadismo en términos generales es un tabú y un paso imprescindible para erradicarlo es hacerlo visible. Por eso, es recomendable la puesta en marcha de campañas de concienciación de este problema destinadas a combatir los estereotipos que fuerzan el retiro antes de tiempo de un profesional valioso.  

Es frecuente que los mayores de 45 años pierdan su empleo tras muchos años en la misma empresa o tras largos periodos de inactividad. Por ello, tienden a desconocer o a no sacar partido a los canales online de búsqueda de empleo y tienen dificultades para construir su discurso profesional. Cuentan con competencias muy válidas y destacadas, pero desconocen cómo ponerlas en valor

Además, cuando acumulan meses buscando empleo sin éxito, pueden entrar en una espiral de desánimo que se proyecta en la actitud en la búsqueda de trabajo y merma sus oportunidades profesionales. Es necesario que instituciones y empresas también refuercen el apoyo y el acompañamiento emocional durante la búsqueda de empleo.

En definitiva, hay mucho trabajo por hacer para derrotar el edadismo laboral. La publicidad, los relatos que imponen el cine y la televisión y la sobrevaloración general que vive la juventud, además de tantos clichés cuestionables, juegan en contra de los séniores y sus aspiraciones profesionales. Una economía como la española no se puede permitir prescindir de esta fuerza laboral y de conocimiento. Ni hoy, ni nunca.   

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