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¿Quieres clavar tu presentación y «transformar» a tu audiencia?

Miguel Ángel Guisado es un experto en comunicación de directivos y, tras muchos años de carrera y observación, ha dado con una estadística devastadora: de cada 20 presentaciones a las que acude, solo una merece la pena. El otro 95% se reparte desigualmente entre las que le dejan indiferente y las que sencillamente son “horribles” porque le sacan que quicio o hacen que su mente se pierda en divagaciones.

En España tradicionalmente no se ha enseñado a hablar en público, y eso se nota en la calidad de las presentaciones que hacemos. Para ayudar a mejorar las cosas, Miguel Ángel Guisado ha escrito un libro, ‘Presento, luego existo’, donde da todo tipo de consejos, desde la indumentaria que conviene llevar cuando hablamos a un grupo de gente hasta los gestos y la dirección de la mirada, pasando por el contenido de la charla, que siempre debe ser breve en el tiempo, pero profunda en sus propuestas

Mónica Galán: “Para hablar bien en público, pensemos bien en privado”

«Para hablar bien en público, lo primero es pensar bien en privado»

Porque, como recalca Guisado, el objetivo último de una presentación debe ser “transformar” a la audiencia, bien sea un comité de dirección, un salón abarrotado de gente, los compañeros de trabajo o unos clientes. Y, en su opinión, para lograrlo se requiere mucho más trabajo y dedicación que talento, aunque parezca lo contrario.  

Para empezar, Guisado recomienda alejarse de lo convencional para llevar a los que nos oyen de sorpresa en sorpresa, aunque se trate de un tema formal y sobrio. “Es imprescindible pensar en un buen comienzo que arranque y despierte la atención de la gente. Y es también una exigencia terminar de forma potente, dándole al público algo digno de recordar”.

La monotonía es el peor enemigo

Una de las claves para hacer una buena presentación es evitar la monotonía, que acabará por hacer que nuestra audiencia baje la cabeza en busca del móvil para ver el WhatsApp o leer los mensajes entrantes en su bandeja de correo electrónico. Ese momento es el fin porque a partir de ahí nos será muy difícil recuperar la mente ausente de quien nos escucha.

Para no ser monótonos, Guisado dice que debemos evitar hablar con “pocas inflexiones, gestos repetitivos, expresión facial anodina e invariable, movimientos predecibles o sin control, o muletillas verbales o físicas”. “Lo mágico de la buena comunicación es que podemos convertir un argumento no especialmente brillante en un recurso maravilloso. Y eso depende de cómo lo contemos”, subraya.

Pero tampoco nos conviene pasarnos en el énfasis. Lo ideal es encontrar el tono apropiado a cada situación. “A mí me gusta ver las emociones del orador reflejadas en su cara. No debemos exponer unos resultados extraordinarios de una actividad empresarial con tono fúnebre o excesivamente contenido y solemne, porque no haremos brillar la información.  Para esto hay que gesticular algo más de lo habitual, pero sin llegar al histrionismo o la sobreactuación”.

Tenemos que aprender a callarnos

Además, aconseja huir de la imitación de las formas del discurso escrito para ir hacia un diálogo más emocional. “Una buena historia mal interpretada no llega. Por eso hay que ‘vestirla’ con nuestra actuación. Por bueno que sea un cuento para un niño, si lo relatamos sin ningún énfasis, el niño perderá la atención”.

Pero sobre todo hay un recurso que pocas veces usamos y que es muy efectivo: callarnos. “Es primordial aprender a callarnos cuando hablamos en público. Porque el hecho de hablar es fácil, pero aprender a callarse en público, en muchos casos, hay que entrenarlo”.

Un detalle: no llevar nada en los bolsillos

Hablar en público no es fácil. Un buen presentador o speaker no solo debe prestar atención al contenido de su charla y al tono que va a darle, sino cuidar su aspecto físico y los detalles del entorno. Porque todo comunica o distrae, según se mire. “Hay muchos detalles que nos pasan desapercibidos y que debemos cuidar, desde llevar pendientes que no se muevan en exceso hasta vaciarnos los bolsillos del pantalón, sacando carteras, móviles y llaves”.

La postura también es clave. El experto recomienda que el presentador se mantenga erguido para conferir seguridad, y que piense en la indumentaria porque representa parte de lo que somos o de lo que queremos transmitir. También la disposición del público, la iluminación y el espacio para movernos influirá en nuestro esfuerzo y capacidad de transmitir.

El problema no es el PowerPoint, sino su mal uso

Muchos piensan que el PowerPoint está amortizado y que los conferenciantes, directivos o presentadores deben dirigirse directamente a la audiencia, sin el apoyo de las tradicionales diapositivas de ese programa, que, por lo general, cargan de información y son difícilmente asimilables. Guisado, sin embargo, matiza y dice que lo que está amortizado “es el mal uso del PowerPoint”, porque “la herramienta en sí misma es potentísima”.

“Estoy de acuerdo en que, para seguir haciendo las cosas como estamos acostumbrados, sería mejor prescindir de la proyección. Es habitual ver a un buen presentador en potencia sepultado bajo un PowerPoint penoso”, reconoce en todo caso. Por eso coincide con otros y recomienda apagar el proyector y seguir sin slides.

Steve Jobs es el rey

Hay mucha vida más allá del PowerPoint. Como guía para los que quieran mejorar a la hora de hacer presentaciones, Guisado recomienda recuperar en YouTube casi todas las de producto que hizo Steve Jobs. Y sobre todo los tres primeros minutos de la presentación del iPhone en 2007, que fueron “ magistrales en cuanto a estrategia y narrativa”.

También le gusta mucho la puesta en escena del MacBook Air, cuando sacó el ordenador que presentaba de un sobre de correos, o la definición del iPod como “mil canciones en tu bolsillo”. “Cada una de estas presentaciones es una magnífica lección, un compendio de tácticas y estrategias del que podemos seguir aprendiendo”, concluye Miguel Ángel Guisado.

Imágenes | Flickr/Steve Jurvetson (portada) y editorial Gestión2000

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