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¿Es posible lograr un sistema agrícola sostenible? Las pistas del caso danés

Casi uno de cada cinco gramos de CO2 que el ser humano emite a la atmósfera está relacionado con la agricultura. A su vez, para alimentar a una creciente población mundial, la producción agrícola deberá aumentar cerca de un 70% para mediados de siglo. El primer dato, de Climate Watch, y el segundo, de la FAO, dibujan uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo. ¿Es posible alimentar mejor a un mundo más poblado mientras reducimos las emisiones de gases de efecto invernadero que están cambiando el clima? ¿Es posible lograr un sistema agrícola que sea realmente sostenible?

En Dinamarca creen que el objetivo es factible o, al menos, lo es quedarse cerca de alcanzarlo. Un informe del World Resource Institute (WRI) ha analizado las claves de su estrategia en busca de pistas para el resto del mundo.

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La huella de carbono de la agricultura danesa

Dinamarca es un país pequeño del mundo desarrollado. Sus algo menos de seis millones de habitantes disfrutan de un nivel de vida que apenas puede equipararse al de ningún otro lugar en el mundo. En economía, en los últimos años ha apostado por la reconversión de su industria, la innovación tecnológica y las energías renovables. Aun así, buena parte de su base económica sigue siendo agrícola.

En 2020, el sector generó algo más de 11 500 millones de euros en el país. Los mayores ingresos llegaron de la producción porcina (3700 millones) y la producción láctea (2200 millones), según los datos del Ministerio de Agricultura de Dinamarca. Toda esta actividad agrícola tiene, como en el resto del mundo, un impacto medioambiental importante. De acuerdo con los informes de emisiones oficiales, de los 37 millones de toneladas de CO2 anuales que emite el país, 10,5 millones son producto de la agricultura.

De acuerdo con el informe del WRI, sin embargo, la huella de carbono del sector es mucho mayor, lo que también refleja la diferencia entre la forma oficial de hacer cuentas y la realidad de los ciclos de carbono y las emisiones. Según el documento, la producción agrícola (incluyendo la gestión de abonos y la producción de fertilizantes) es responsable de 17,4 millones de toneladas de CO2 anuales. A estas emisiones habría que sumarle otros 48 millones de toneladas anuales de CO2 relacionadas con el uso de la tierra, tanto en Dinamarca como en el exterior (para cultivos que luego el país importa).

Dinamarca es uno de los países del mundo con objetivos de reducción de emisiones más ambiciosos. En el sector agrícola, deberá recorrer este camino en las próximas décadas al tiempo que incrementa su producción un 45%, según los cálculos del WRI. Este aumento sería necesario para mantener su contribución a la producción de alimentos global en porcentajes similares a la actualidad.

¿Es posible reducir las emisiones de la agricultura?

El objetivo de Landbrug & Fødevarer, la mayor organización agrícola del país, es que el sector sea neutral en carbono en 2050. Es decir, que solo emita lo que sea capaz de absorber. La entidad sectorial, que está detrás también del plan y el informe del WRI, ha identificado ocho áreas de acción claves para lograrlo. En primer lugar, la estrategia señala seis cambios en la parte productiva.

  1. Mejora de la eficiencia alimenticia para mejorar el rendimiento ganadero (sobre todo, de producción lechera). Entre algunos de los cambios propuestos está la selección de razas con menor demanda de comida y la innovación en la producción alimentaria.
  2. Reducción de las emisiones de metano entérico, un gas de potente efecto invernadero que se produce en la digestión de los rumiantes. En este sentido, en la Unión Europea se estudia ya la aprobación de algunos aditivos alimentarios capaces de reducir entre el 40% y el 55% estas emisiones.
  3. Gestión del nitrógeno más eficiente. La mejora del uso del nitrógeno es una asignatura pendiente (más del 50% de este fertilizante usado en los cultivos se pierde). El uso de variedades agrícolas más resistentes y eficientes y el uso de tecnologías de precisión en la gestión de fertilizantes son algunas de las alternativas.
  4. Mejora en la gestión del estiércol. La mayor parte de las emisiones asociadas al estiércol provienen de su almacenamiento descontrolado en las granjas y al aire libre. Limpiar las instalaciones con mayor frecuencia y almacenar el estiércol en tanques cerrados reduciría en gran medida esta fuente de contaminación.
  5. Restauración de turberas. El 91% del territorio danés es cultivable, pero muchas de estas tierras son importantes depósitos de carbono en forma de turberas. Abandonar estos terrenos y restaurarlos eliminaría casi por completo sus emisiones.
  6. Alternativas productivas. El cultivo de otras especies, como las empleadas para la producción de biomasa, y la utilización de los residuos agrícolas para energía podría contribuir a compensar hasta 1,3 millones de toneladas de CO2 anuales, según el estudio.

En cuanto a la reducción de las emisiones ligadas al uso de la tierra, las opciones no son muchas. En este sentido, todo lo que sea aumentar la superficie agrícola actual significaría aumentar la huella de carbono del sector. Así, el informe identifica dos acciones clave:

  1. Aumentar la eficiencia de los cultivos. Esto permitiría incrementar la producción en la misma tierra o, incluso, reducir la superficie agrícola necesaria.
  2. Restaurar ecosistemas en aquellas tierras que ya no sean necesarias para la agricultura. Esto tendría beneficios no solo a nivel emisiones (los bosques naturales almacenan carbono), sino a nivel de biodiversidad, paisaje y riqueza biológica.

Implementar todas estas acciones y avanzar hacia una agricultura medioambientalmente sostenible es tan complicado como parece. El informe concluye que, para alcanzar estos objetivos, el sector debe apoyarse en la innovación y el desarrollo tecnológico, la cooperación internacional, un pacto social a nivel interno para que ninguna de las acciones deje a nadie detrás y la mejora en la medición de las emisiones.

Imágenes | Unsplash/Adrien Hobbs, Uta Scholl, Tobias

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